Setenta-Treinta
Cada tanto, se me ocurre, un modo de decir, una reflexión, un pequeño relato, una pregunta, una especie de "test" sin mucho protocolo, que, casi como un juego, hace pensar acerca de cómo se percibe una persona a si misma. De este modo suele ponerse en evidencia algo muy revelador, la distancia que lo separa de la realidad. Luego, juntos, podemos trabajar en el análisis de su respuesta.
Por ejemplo pregunto: "¿En una tabla del uno al diez, qué nota te pondrías en bondad?".
Hubo alguien que se puso un diez, imagínate cómo era, hasta llegó a tener una enfermedad psicosomática, (entre ellas puedo nombrarte la obesidad, la gastritis, la úlcera estomacal, el colon irritable, la colitis ulcerosa, muchas enfermedades de piel, las enfermedades auto inmunes, etc.). Se lo estaba comiendo la agresividad propia y ajena. La propia, que él, poniéndose un diez, daba por inexistente, y como casi siempre pasa, ella se escondía bajo el disfraz de la auto exigencia, -un modo de agresividad para con uno mismo, entre los profesionales del gremio les llamamos personalidades sobre adaptadas-. La ajena, como una manera de mantener a raya la propia, también era negada, todos son buenísimos, es una premisa necesaria para que nunca se encienda la mecha que los haría explotar, entonces solo queda funcionar con una bondad infantil, estereotipada, anodina, asexuada, que suele implosionar en el hoy muy nombrado "ataque de pánico".
Sé, por los libros, por experiencia de vida y de consultorio, que todos venimos provistos de impulsos amorosos y agresivos, "de vida y de muerte" dice la teoría, el desarrollo, el conocimiento de nosotros mismos y de los otros, nos permitirá ver qué hacemos con estos impulsos, "Has el bien sin mirar a quien", tengo claro el contenido de esta frase que la cultura nos propone, pero, te aseguro que esto da para un gran debate que abarca desde la filosofía, la teología, la antropología, la sociología y la psicología.
Al pasar, te digo una reflexión que no es mía, "Es muy difícil encontrar a alguien que haga el mal en nombre del mal, esto ya implicaría un grado de honestidad nada frecuente". No sé si existe en la historia de la humanidad alguna tragedia que no haya invocado motivos superiores, por ejemplo, salvar la patria, la religión, la justicia, la pureza.
Otra pregunta que en algunos casos hago es esta: "¿Si no supieras qué edad tenés, qué edad sentís que tenés?". También su otra versión, que para los conocedores del fútbol tiene más matices. "¿En qué minuto del partido estás?". "¿Ya empezó el segundo tiempo?". "¿Vos crees que hay alargue?".
La teoría dice que en el inconsciente no existe noción del paso del tiempo ni de la muerte, creo que un buen parámetro de salud mental, aunque nos cueste mucho hacerlo consciente, es el tener conciencia de ambas cosas, nos permite administrar mejor el tiempo por vivir.
Desde no hace mucho tiempo agregué a mi repertorio esta reflexión: En general, las personas consideradas como"normales", creen que su felicidad o bien estar depende en un setenta por ciento de la calidad de las personas que eligen, desde ya que el escenario más reiterativo de esto se expresa en la elección de pareja, pero también agregaría, amigos, socios, trabajo, estudio, gobernantes etc. Sólo se hacen responsables en un treinta por ciento de la calidad de vida que tienen. Ni hablemos de estados como el enamoramiento o la inmadurez -por suerte hoy no es 14 de febrero- el otro pasa a ser responsable en el cien por ciento de nuestra felicidad o infelicidad-.
Ahora, me pregunto, qué pasaría si invirtiéramos las condiciones del contrato, si nos apropiásemos del setenta por ciento de la empresa que es aprender a vivir y dejásemos a los otros el treinta por ciento. Posiblemente haríamos mejores elecciones, sufriríamos menos, nos desilusionaríamos menos, nos quejaríamos menos, y lo que pudiéramos hacer por el otro sería nuestra elección, no el producto de una ilusión que termine en desilusión y de la que siempre hacemos responsable al otro.
Se suele criticar a las terapias por el supuesto de que en ellas se fomenta el egoísmo -desarrollar la autoestima, no ser esclavo en ninguna relación, querete y respetate, etc.- Pero hay una paradoja, pienso que quedándonos con el setenta por ciento de la empresa, somos, auténticamente, más generosos.
(*) Jorge Rozen es médico, psiquiatra y psicoanalista