El desempleo en Argentina preocupa y un vasto sector de la sociedad cree que los extranjeros consiguen trabajo rápido, porque "agarran lo que sea". La verdad detrás del prejuicio
Historias de extranjeros que consiguieron trabajo en Mendoza
El desempleo subió en el primer trimestre del año al 10,1%, el indicador más alto desde que asumió el gobierno de Mauricio Macri, y creció 1 punto porcentual respecto de igual período del 2018, informó el INDEC.
La subocupación alcanzó al 11,8% y registró una suba interanual del 2%, desde el 9,8% del primer trimestre del año pasado, según las cifras del mercado de trabajo difundidas por el organismo.
Esto significa que hay 1.920.000 desocupados urbanos, 220.000 más que un año atrás.
En medio de este panorama, días atrás en el programa "Te digo lo que pienso" que conduce Ricardo Montacuto por Nihuil, se instaló un fuerte debate por una idea sostenida por parte de la sociedad: "Los extranjeros llegan a Argentina y consiguen trabajo rápido porque agarran lo que sea".
Lejos de ser una realidad, estos tres relatos destierran de cuajo este prejuicio.
Del "rey del petróleo" al "rey de fratacho"
Wilem nació en Maracaibo en 1967. Estudió en la Universidad del Zulia y se graduó como Técnico en Extracción de Petróleo. Ejercía su profesión en una firma que le permitía viajar y vivir una vida cómoda. Pero lo bueno duró poco y, según sus propias palabras, el régimen de Nicolás Maduro "le cagó la vida", afirma con un peso impotente ahogado en la voz.
Hoy, este experto en petróleo de 52 años vive en Mendoza en una casa de familia que lo ha acogido, por conocidos en común. Es separado y sus hijos, mayores de edad, viven en Venezuela, al igual que sus hermanos.
Su primera noche en Mendoza la pasó bebiendo. Y no por gusto, sino por miedo. Ese día deambuló con lo puesto, le dijeron de una pensión cerca de la Terminal pero se tomó mal el colectivo y terminó en Rodeo del Medio con un grupo de sujetos pesados con los que prefirió ir de "pana" para no pasar un mal momento. Durante las cinco noches siguientes, le tocó dormir adentro de un Fiat 600 desarmado, hasta que tocó los contactos necesarios y empezó a acomodarse.
Es común verlo por la zona del Parque Central, ofreciendo sus servicios polirubro: hace pintura, albañilería, electricidad, plomería y lo que no sabe hacer, se las arregla igual.
Ver: Más de 4 millones de venezolanos ya abandonaron su país por la crisis
Su nombre real no es Wilem, él lo eligió pero es ficticio. Tampoco quiere fotos porque a su familia en Venezuela les contó una realidad que no es. A ellos les manda gran parte del dinero que junta, pero su emigración a Argentina estuvo marcada por una profunda pelea, por lo tanto prefiere contentarlos con un "relato" muy diferente a su realidad.
Las manzanas brillantes de Aluna
Dicen que la intención entra por los ojos y la quinceañera que presta su testimonio para esta nota, lo sabe bien. Las manzanas verdes y las rojas, bien ordenadas unas de otras, brillan con el sol de invierno.
Aluna tiene guantes con las puntas de los dedos cortadas para facilitar la labor. Tiene algunos sabañones y limpia con una franela las frutas mientras habla bajito y escueto, atenta a la mirada del padre. Finalmente el hombre se acerca, es amable pero dice lo justo y necesario como para terminar rápido el trámite. No les gusta sentirse expuestos y ante la propuesta de sacar una foto, aparece el miedo a la inseguridad. Apenas confirma que son de Perú y que él y su esposa viven en Mendoza desde jovencitos.
Aluna va a la tarde a la escuela y en la mañana trabaja en la verdulería de su familia, en el carril Maza. Ella y su madre se levantan a las 7, mientras el padre va a la feria. A las 8:30 abren. Cierran a las 13 y 16:30 el matrimonio se encarga del turno tarde, porque la adolescente va a la escuela. En la familia hay también tres hijos varones que trabajan en la construcción. Los tres tienen esposa e hijos y han ido construyendo sus "nidos" sobre el techo y el fondo de la casa principal en Colonia Bombal.
Una espalda ancha para aguantar la que venga
Claudio Salinas es un locutor del Valle de Uco y es nieto de bolivianos, por lo tanto, conoce al detalle la cultura laboral de la comunidad.
Los bolivianos radicados en Mendoza se dedican a tres rubros puntuales: comercio, agricultura y construcción. El trabajo es autogestivo y familiar. Son pocos los ciudadanos que son contratados para un empleo formal, en blanco. Ellos generan, en familia, su propia fuente de ingresos.
Los que se dedican al comercio arman ferias y persas con mercadería que traen de La Salada en Buenos Aires y de Chile. De este país la mercancía casi siempre es ilegal y es ingresada por caminos alternativos para evitar los controles.
Los bolivianos trabajan juntos, en familia y tienen un amplio criterio de ahorro. Se hacen de abajo. Cada vez que juntan un capital lo reinvierten, en vehículos o construcción. De ese modo, les van dejando a los más chicos un patrimonio que se va heredando.
Respecto a la crisis económica, les afecta igual que a los demás. La diferencia con los argentinos es que el boliviano no se gasta toda la plata. Si puede guardar dinero, lo hace, de ese modo, cuando llega la época de "las vacas flacas" tiene con que sustentarse.