El riesgo país que no queremos recordar
Los argentinos tenemos una memoria muy frágil. Dicen los neurocientíficos que se trata de un mecanismo de defensa, de "elegir" no recordar aquello que nos activa emociones incómodas. Tal vez por eso nunca recordamos cuán al borde del abismo estuvimos en tiempos pasados.
Un ejemplo clarísimo de ello es el famoso "riesgo país", algo que comenzamos a captar en los tiempos previos a la crisis del 2001 y, seguramente por lo que vino después, ahora vemos la vaca y lloramos.
Vé también: "Qué es y por qué preocupa el riesgo país"
Hoy, el mal llamado Riesgo País" (en realidad por sus siglas en inglés se llama EMBI - Emerging Markets Bond Index o Índice de Bonos de Mercados Emergentes) marcó un nuevo récord cuando superó los 1000 puntos. Un nuevo récord... del gobierno de Macri.
Porque de lo que nos olvidamos es de que con De la Rúa, con Duhalde y con Cristina Fernández, el EMBI fue muchísimo más alto.
- Con el presidente de la Alianza, el riesgo país llegó a los 4700 puntos.
- Con Duhalde superó los 7700.
- Con Néstor Kirchner alcanzó los 6700 y con CFK, 1965.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que el riesgo país en momentos de default no tiene entidad: es lo mismo si está en 5 mil o en 14 mil porque los bonos de un país en default directamente no cotizan. A lo que hay que prestarle atención es al año previo o a los momentos en los que las decisiones políticas influyen en el interés que va a haber en los bonos argentinos.
Si la memoria no nos fallara, podríamos reconstruir la historia del país con esta variable: bajó el día en que Néstor acordó pagar, subió cuando Cristina se peleó con el campo argentino, se mantuvo alto cuando la ex presidenta comenzó su revolución contra los fondos buitre y así.
De todos modos muchos economistas responden que poner la vara en el punto en que el riesgo país es alto es algo difícil, y más que nada en un año electoral porque ese índice sube por el microclima que se genera en torno a la incertidumbre del rumbo que puede tomar la Argentina dependiendo de quién gane, algo que no pasa en la mayoría de los países del mundo, o al menos en los países medianamente serios.
Pero Argentina es un país cíclico, que va para un lado u otro dependiendo de quién sostenga el bastón de Pallarols.
Como si no hubiera un pueblo. Como si, en vez de decidir el rumbo del país, solo eligiéramos un presidente.