El monasterio fue cerrado y los monjes permanecen con prisión domiciliaria preventiva.
Habló el joven que fue abusado por los monjes del Cristo Orante
Nicolás Bustos, el joven de 27 años, víctima de abusos sexuales en el Monasterio del Cristo Orante en Tupungato, rompió el silencio y contó su historia, detallando los abusos sufridos por parte de los monjes Diego Roqué Moreno y Óscar Portillo. El monasterio se encuentra actualmente cerrado y los acusados, bajo prisión domiciliaria preventiva.
Nicolás vivía en Mendoza antes de entrenar al monasterio, al que ingresó en 2009 tras terminar el secundario, con intenciones de consagrarse a Dios. "Para mí, esa era la vida más perfecta. Hoy estoy decepcionado de la Iglesia, no de Dios", expresó el joven a La Nación.
En un principio, el trato cotidiano y los primeros abusos habrían sido por parte de Roqué: "Enseguida trató de generar una relación. Me manipulaba, controlaba todo lo que hacía. A mí me gustaba otro monasterio, que está en Córdoba, y Roqué me decía que el Cristo Orante era el único lugar en el que podía estar. Yo tenía 17 años y me dejó en claro que no había otro lugar para mí. Eso es lo que la Iglesia llama abuso de conciencia. Sin violencia física logró hacerme sentir que yo no existía y hasta me puso en contra de mi familia. Me tenía totalmente manipulado".
Aún antes de ingresar al monasterio, el monje lo pasaba a buscar por su casa, con la excusa de hablar acerca de cosas sobre el monasterio. "En esos viajes intentó tocarme y hasta me quiso dar un beso. La situación fue empeorando paulatinamente".
Luego comenzaron los abusos por parte de Portillo, quien dirigía el monasterio. "Me hablaba durante horas todos los días. Me decía que lo tenía que dejar entrar en mi corazón y que si no lo hacía no iba a poder sanar las partes de mi corazón que estaban podridas. Empezó con el planteo de que si alguna vez me había fijado en un hombre, y yo le dije que no. Entonces me empezó a decir que yo estaba enamorado de él y luego de eso hubo cuatro o cinco episodios de abusos sexuales".
Según cuenta el joven, en el Monasterio llevaba una vida casi esclava: se encargaba de la jardinería, cocina, limpieza, de preparar las misas y hasta de la fábrica de chocolates y alfajores que funciona en el lugar. En 2015, enfermó gravemente. Un médico me vio y me mandó directamente a mi casa, estaba muy mal de salud". A los pocos días le contó a su padre lo que había pasado con Portillo e hicieron la denuncia en sede canónica. En ese momento, el obispo de Mendoza era Carlos María Franzini, quien luego falleció en 2017.
"Denuncié solo a Portillo. Pensaba que él era el malo y Roqué, el bueno. Tardé más tiempo en poder ir a denunciar a Roqué. Me di cuenta de que él también abusó de mí gracias a mi actual pareja, Guadalupe. Ella me ayudó mucho a desbloquearme", dice Nicolás.
Una noche, en marzo de 2018, se enteró por Facebook de que dos chicos iban a ingresar en el Cristo Orante: "Pensé que les podía pasar lo mismo que a mí". Entonces decidió ir nuevamente al arzobispado y le dijo al obispo auxiliar, Mazzitelli, que quería denunciar, esta vez, a Roqué.
Ahí comenzó un proceso desgastante vinculado con la investigación canónica: "Un tiempo después, tuve que ir a ratificar mi denuncia. Los notarios leían el informe y me preguntaban frase por frase si ratificaba mis dichos. Estuve más de cuatro horas ratificando cada parte del texto. Fue muy desgastante y evidente el manejo de la Iglesia. La consigna es bajar la cortina y no hablar más", acusa.