Mientras todos debatimos en las redes sociales, nos insultamos y tomamos partido como si esto fuera fútbol, prolifera la tragedia de las nenas-mamá. Todos tenemos la culpa.
La grieta "abortera" que no lleva a ninguna parte
Otra vez estamos hablando de lo mismo. Otra vez se opina de uno y otro lado de la grieta desde la comodidad de un celular. Otra vez fracasamos como sociedad.
La nena de 12 años embarazada en Mendoza, la última de una larga lista que no para de crecer, es lisa y llanamente un fracaso de todos: de los verdes, de los celestes, de todos, de todes, de todas. Es una tragedia.
Se supone que la voluntad de la nena es tener al bebé. La voluntad de una nena abusada, manipulada y sola, que a todas luces no tiene la capacidad de medir qué es ser mamá soltera y niña en Argentina, porque ni siquiera una adulta sabe a lo que se enfrentará en el camino de la maternidad.
Si tiene al bebé, cosa que es muy probable que ocurra porque ya cursa el cuarto mes de gestación, será una niña de 15 años con un menor de 3 a su cargo. Tendrá que escolarizarlo, estar al día con las vacunas, llevarlo a controles pediátricos, darle techo, educarlo y alimentarlo correctamente en un contexto de soledad, sin la contención de una familia que a todas luces miró para otro lado.
Acá no existen las novelas edulcoradas de la mamá soltera, canchera y joven que sale adelante porque todo lo puede, ni los consejos para hogares monoparentales de las revistas y blogs femeninos -del tipo rodéate de amigos, busca trabajo a medio tiempo-, ni los finales felices.
Para que el bebé crezca bien, esa nena tendrá que ser madre presente, ya que no hay abuelos y abuelas que den consejos o sirvan de soporte para cuidar. Pero además deberá trabajar en un mercado laboral sumamente competitivo y completar sus estudios, ya que apenas termina la primaria. A esto se le agregará la tarea de procurar una asistencia psicológica permanente para el niño, al que en un futuro se le deberá explicar cuál es su origen, de dónde viene y cómo fue que vino a este mundo, en un país en el que los psicólogos no son parte de la salud gratuita.
Y falta algo más: deberá procurar una casa digna, cuando sabemos que hay gente que llega a los 40 años y aún vive con padres, parientes, en viviendas prestadas, o que destina un sueldo de dos a un alquiler.
Creer que va a lograr todo esto es pecar de ingenuos. Nadie puede trabajar, estudiar, criar, ganar plata, llevar y traer en completa soledad y con un día de 24 horas. Mucho menos una niña.
Supongamos que no quiera tener al bebé.
¿Está preparada psíquicamente para perder a un niño de cuatro meses? ¿Alguien se animaría a hacer esta intervención? ¿Será capaz de entender en el futuro lo que le pasó? ¿Por qué no supo que existe un protocolo para no llegar al trauma de tener que salir en los medios y discutir sobre la vida de un bebé ya formado? ¿Quién la manipuló y quién no se dio cuenta de que la manipulaban?
Porque la nena de Jujuy que fue sometida a cesárea no será madre, pero tendrá una vida muy difícil por delante. Su bebé quedó en una morgue y su cuerpo tiene cicatrices que la van a acompañar de por vida. Siempre.
Cualquiera de los escenarios es una desgracia. Ser madre niña no tiene ningún encanto, aunque lo edulcoren y hasta se animen a escribir sobre "Niñas madres con mayúsculas".
¿Qué mayúsculas puede tener el hecho de enfrentarse en plena infancia a tamaña hecatombe?
Según las estadísticas, por día en la Argentina nacen siete bebés de niñas menores de 15 años. Mientras esto ocurre, verdes, celestes y opinadores se trenzan en las redes sociales, donde se leen cosas tan absurdas como que las nenas se embarazan por los planes sociales (¡por 1800 pesos!). Militan por WhatsApp, por Facebook, por Instagram. Se insultan, mientras esas nenas se enfrentan a la vida más áspera que se puede esperar para una mujer.
A nadie le sirve. A nadie. Porque lo concreto es que en algo estamos fallando todos. Hay niños sexualizados -en todos los estratos sociales, solo basta con echar un vistazo en Instagram- hay abusos que no se detectan y hay madres solteras que se deben abrir paso sin ayuda de nadie, porque no existe un plan B para ellas.
¿Alguien se sentó a pensar seriamente qué hacemos con este drama? ¿Alguien puede soltar el celular, las campañas políticas y las quejas para hacer un plan serio? ¿Alguien se da cuenta de que lo que falla es la educación, porque la justicia no puede disponer de un detector de abusos por vivienda? ¿Alguien hace algo concreto? Evidentemente, no. Y la culpa, señores, es de todos.