Existen varias teorías sobre la aparición de este adorno, la más extendida nos habla sobre la evangelización de los pueblos bárbaros en la Edad Media.
Teorías sobre el desconocido origen del árbol de Navidad
Cuando el Imperio Romano de Occidente cayó en el siglo IV tocaba a su fin uno de los episodios más apasionantes de la historia.
Se abría un nuevo capítulo: la Edad Media, que trajo de la mano importantísimas transformaciones en Occidente.
Fruto de la expansión de los pueblos germánicos -ya saben; godos, vándalos y demás- los territorios ubicados al sur del Rin comenzaron a adoptar tradiciones del norte de Europa y viceversa. Entre estas se encuentra, por ejemplo, el árbol de Navidad.
Antigüedad
A pesar de que la versión que sitúa la aparición de este adorno en la Edad Media es la más extendida, se barajan un montón de teorías sobre su aparición. Por ejemplo, hay quien afirma que deriva de la antigua Babilonia, donde se acostumbraba a colocar regalos debajo de los árboles. Según recoge National Geographic, también hay quien ve en unos versículos de la Biblia una posible referencia al árbol de Navidad. En concreto en unas palabras del profeta Jeremías en las que habla sobre un leño «adornado con plata y oro». En lo que se refiere a Occidente en la Antigüedad, también existe la teoría de que fueron los romanos, quienes acostumbraban a colocar laurales decorados en las puertas durante el invierno, los que comenzaron a dar forma a esta tradición.
El Yggdrasil
Con la llegada de la Edad Media, las misiones religiosas en el centro y el norte de Europa comenzaron a aumentar en número. Se pretendíaconvertir a los bárbaros al cristianismo, cosa que no resultaba en absoluto sencilla. Y es que estos pueblos, además de ser conocidos por su belicosidad, contaban con un panteón propio y unas tradiciones bastante arraigadas. Entre sus deidades, por ejemplo, destacaba la figura del dios Odín (también llamado Wotan), así como la de su hijo Thor (dios del trueno y de la guerra), y la de otros, como Freyr y Freya (ligados a la fertilidad).
Los nórdicos también contaban con una serie de riquísimas creencias legendarias. Dentro de estas destaca, quizá con particular singularidad, la leyenda del árbol Yggdrasil. Este fresno, de enorme tamaño, tenía la importante misión de mantener unidos, y en orden, los diferentes mundos que componían el universo. Estos eran conocidos con los nombres de Asgard (hogar de los dioses), Midgard (que era la Tierra), Helheim, Nifheim, Muspellheim, Svartalfheim, Alfheim, Vanaheim y Jotunheim.
Según parece, San Bonifacio, un religioso británico del siglo VIII que había acudido al continente para evangelizar a los pueblos bárbaros, llegó a la conclusión de que para convertir al cristianismo a los bárbaros era necesario adaptar sus tradiciones. Durante una disputa con unas druidas, el santo decidió cortar un fresno con el fin de demostrar que este carecía de poderes sobrenaturales. En su lugar optó por plantar un pino.
Esta es solo una de las variantes de esta historia. Otra afirma que San Bonifacio no solo cortó el fresno, sino también todos los árboles que se encontraban a su alrededor. El abeto que plantó después fue considerado como el árbol de Jesús, y desde entonces estaría asociado directamente con el cristianismo.
A pesar de que, como se ha explicado antes, esta es la teoría más extendida, posteriormente vinieron otras más. Una de estas, también de origen medieval, sitúa la aparición del árbol en la ciudad estonia de Tallín en el año 1441. Según cuenta la historia, un comerciante de esta localidad comenzó a bailar bajo sus ramas con varias mujeres para terminar prendiéndolo fuego. Fue entonces cuando nació la tradición de iluminar los abetos.
En el Nuevo Mundo y en el Viejo Continente
Para que el árbol de Navidad pegase el salto al Nuevo Mundo hubo que esperar hasta medidos del siglo XVIII.
Durante la Guerra de Independencia de Estados Unidos, el ejército británico contó en sus filas con soldados originarios de Alemania que recibían el nombre de hesianos, los cuales se encontraban entre los mejores combatientes de la Royal Army.
Una vez finalizó la guerra, en el año 1783, muchos de estos optaron por permanecer en el Nuevo Mundo, siendo los primeros en utilizar este tipo de adorno durante la Navidad.
Respecto a la llegada de esta tradición a España, país que estableció sus colonias en Sudamérica, parece que tuvo lugar a mediados del siglo XIX.
Sofía Troubtzkoi, una princesa rusa que estuvo casada con uno de los hermanos de Napoleón, utilizó un abeto para decorar su casa madrileña durante la Navidad.
Y es que la aristócrata había contraído segundas nupcias con el político, militar y grande de España, José Osorio.