La tormenta solar que hace unos días provocó auroras australes, marcó un hito en su intensidad.
Este martes se registró la mayor llamarada solar en 7 años
Este martes 14 de mayo, el Sol, nuestra estrella más cercana, sorprendió a los observadores espaciales con su mayor llamarada solar en siete años. Esta explosión, clasificada como una llamarada de clase X8,7, marcó el punto culminante de un período excepcionalmente activo para el Sol durante su ciclo solar de 11 años en curso.
Esta erupción, que se produjo en el flanco occidental del Sol y giró lejos de la Tierra, fue la última de una serie de eventos solares intensos. Solo unos días antes, el Sol había desencadenado la tormenta geomagnética más potente que ha afectado a nuestro planeta en al menos dos décadas. Esta tormenta generó un espectáculo impresionante de auroras boreales y australes que iluminaron los cielos nocturnos.
Las erupciones solares, como la ocurrida el martes, son explosiones en la superficie del Sol que envían energía, luz y partículas de alta velocidad al espacio. Son el resultado de la repentina reorganización de los complejos campos magnéticos del Sol. Aunque esta última erupción no está dirigida hacia la Tierra, su clasificación como una llamarada de clase X8,7 la coloca en el extremo superior del espectro de intensidad.
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El grupo de manchas solares responsable de esta erupción es impresionante: tiene aproximadamente 17 veces el diámetro de la Tierra y es el mismo que causó la tormenta geomagnética del pasado fin de semana. Según los expertos, este evento es parte del ciclo solar natural del Sol, que experimenta cambios regulares en su actividad cada 11 años.
El máximo solar, el punto álgido del ciclo, se espera para este año. Y el Sol parece estar cumpliendo con creces esa predicción. Solo en la última semana, ha lanzado un total de 16 llamaradas de clase X. Once de estas provienen del mismo grupo de manchas solares, mientras que las otras cinco se originaron en otra región activa del Sol.
A pesar de la intensa actividad solar, los expertos creen que es poco probable que estas erupciones tengan un impacto significativo en la Tierra. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica afirmó que es improbable que la última erupción produzca una eyección de masa coronal con efectos geomagnéticos.
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