El país se encuentra dividido en, al menos, tres facciones. Cada una cuenta con apoyos internacionales distintos pero ninguno asegura un ordenamiento en paz.
Siria y la caída de al-Assad: las consecuencias para Oriente Medio
La sorprendente caída de Damasco, capital siria, a manos de las fuerzas de oposición suníes marca un punto de inflexión en la historia contemporánea de Oriente Medio.
El régimen de Bashar al-Assad, que resistió más de una década de guerra civil, sanciones internacionales y revueltas internas desde 2011, se desmoronó en un breve y contundente avance opositor, reconfigurando el mapa geopolítico de la región.
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Siria dividida en tres bloques dominantes:
Oposición suní liderada por Hayat Tahrir al-Sham (HTS): Controlan el centro de Siria, desde la frontera con Turquía hasta Jordania. Tienen apoyo de Turquía, pero a pesar de su fuerza militar, su historial de divisiones internas amenaza su capacidad para establecer un gobierno estable.
Fuerzas kurdas: Están en el noreste de Siria con apoyo de Estados Unidos, aunque enfrentan el constante desafío de Turquía, que ve su autonomía como una amenaza.
Fuerzas alauitas pro-Assad: Replegadas en las regiones costeras del oeste, cuentan con el respaldo de Irán y Hezbollah, lo que augura posibles focos de resistencia prolongada.
Impacto regional y global
El vacío de poder sirio tiene repercusiones inmediatas:
Turquía se afianza militarmente en el norte de Siria, reforzando su influencia y presionando a los kurdos.
Israel ve debilitado el "eje de resistencia" formado por Irán, Siria y Hezbollah, lo que podría reducir el flujo de armas hacia el grupo militante libanés.
Irán, gran perdedor en esta crisis, pierde a su principal aliado y enfrenta una creciente presión militar y diplomática.
El colapso del régimen de al-Assad podría intensificar la violencia sectaria, aumentar los desplazamientos masivos y fomentar nuevos conflictos. El panorama post-Assad sugiere una Siria fragmentada, con rivalidades profundas y un incierto proceso de reconstrucción que podría llevar años, si no décadas.
Fuente: The Conversation . El autor es Ali Mamouri, investigador y especialista en Oriente Medio, de la Universidad Deakin.
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