La mujer, que además fue víctima de los experimentos del doctor Menguele, quedó soprendida con la reacción de Francisco.
El conmovedor gesto del Papa con una sobreviviente de Auschwitz
Lidia Maksymowicz es sobreviviente del Holocausto: no sólo sobrevivió a los experimentos del monstruoso médico Josef Mengele, también salió con vida del campo de concentración Auschwitz - Birkenau. Ayer, el Papa tuvo con ella un gesto que conmovió a todos.
Lidia asistió a una audiencia general para visitar al Sumo pontífice y, cuando llegó el momento del saludo protocolar, se presentó y le mostró el tatuaje con el que marcaban a los prisioneros en los campos de concentración. Francisco observó el número marcado en el brazo de la mujer, se inclinó y lo besó.
Lidia se sorprendió por el gesto y no pudo contenerse para abrazar al Papa, quien no rechazó la falta protocolar.
Luego de ese saludo y las palabras que intercamiaron, la mujer dijo que el gesto "me ha fortalecido y me ha reconciliado con el mundo".
Según contó al Vatican News, sólo tenía tres años cuando fue deportada junto a su madre y a sus abuelos maternos por ser sospechosos de colaborar con los partisanos, en 1941.
"Era pequeña, era muy joven, pero ya tenía una gran experiencia tras haber vivido escenas de guerra en la antigua Unión Soviética. Estaba preparada para el dolor, para el mal hecho por los hombres contra otros hombres, pero no esperaba experimentar lo que viví en Auschwitz", contó.
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Lidia continuó con el duro relato de su vida: "Fui deportada en un tren sólo apto para animales, quizá ni siquiera para eso. Cuando las puertas se abrieron, vi escenas terribles. Mis abuelos fueron separados de nosotros y de los demás, y luego enviados a un barracón con una chimenea de la que salía un humo con un hedor atroz. Mi madre y yo, sucias, hambrientas, asustadas, obedecíamos a los soldados que gritaban palabras incomprensibles mientras los perros ladraban. No entendíamos nada, hacíamos todo lo que nos decían, estábamos aterrorizadas".
Ambas fueron identificadas en el campo como prisioneras polacas, con la "P" cosida en sus uniformes a rayas, la madre fue trasladada a los barracones de los trabajadores en el que trabajaba el médico Josef Mengele, el hombre que ya entonces era apodado el "ángel de la muerte". En cambio, ella fue derivada a una "casa llena de niños de diferentes edades y nacionalidades".
Ese hogar era el depósito que Mengele utilizaba para llevar a cabo sus experimentos con mujeres embarazadas, bebés gemelos y personas con malformaciones, entre otros. A Lidia la habían enviado allí porque era una "niña bonita y sana". Casi ochenta años después del horror, ella no recuerda lo que Mengele hizo pero sí "el dolor" y su mirada: "Era una persona atroz, sin límites ni escrúpulos. Día tras día, muchas personas perdieron la vida en sus manos. Después de la guerra, se encontraron libros con referencias a números tatuados, incluido el mío".
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Por su parte, Lidia señaló que este fue un encuentro muy especial ya que se dio el mismo día en el que se celebraba el Día de la Madre en Polonia: "Para mí es un aniversario especial, porque he tenido dos madres: la que me dio a luz, y que me robaron en el campo de concentración cuando tenía tres años, y la madre polaca que me adoptó una vez libres y a la que debo mi salvación".
Al ser consultada sobre lo que sintió en el intercambio con Francisco, Lidia explicó: "Con el Santo Padre nos entendimos con los ojos, no tuvimos que decirnos nada, no hacían falta las palabras".
Fuente: MinutoUno