A pesar del asesinato de Bin Laden y el escarmiento a Al-Qaeda, los autores del 11-S aún no recibieron sentencia.
Estados Unidos sigue sin saldar el mayor atentado terrorista
A 20 años del atentado contra las Torres Gemelas, que conmocionó al mundo, los autores aún no recibieron sentencia y Estados Unidos terminó abandonando caóticamente Afganistán, tras haberla invadido en represalia, con lo que dejó el espacio libre al regreso de los talibanes.
Las interpretaciones, según desde donde se hagan, sólo sirvieron para confundir la información, que únicamente un ordenamiento de los hechos puede intentar poner en blanco sobre negro.
El 11-S se dividiría en los prolegómenos, el atentado en sí, la declaración de guerra de Estados Unidos al régimen talibán que cobijaba a los terroristas que lo perpetraron y el reciente retiro de la ocupación de Afganistán que le dejó el espacio servido al Talibán para que volviera a ejercer el poder del que había sido desplazado, explica Rubén Chorny en su columna para NA.
Las imágenes que cierran este pedazo de historia se limitan a la caótica salida de los norteamericanos de la geografía afgana, con el tendal de muertes, ultrajes y destrucción que dejaron atrás, a la reposición en Kabul del régimen depuesto en 2001 y a los cinco terroristas acusados de los atentados que recién ahora serán juzgados en Guantánamo.
El 11-S, la génesis
El paquistaní Jalid Sheij Mohammed o Khalid Sheikh Mohammed o KSM, nacido en Kuwait y con formación universitaria en Estados Unidos, con 15 años sobre sus espaldas como prisionero en la base naval de Estados Unidos en la Bahía de Guantánamo, Cuba, enfrenta hoy el martillo del nuevo juez asignado a la causa del 11-S, coronel de la Fuerza Aérea Matthew McCall.
Se lo acusa de ser el cerebro de los tres brutales ataques terroristas reivindicados por Al Qaeda, que mataron a 2.996 personas en suelo estadounidense, y el nexo con Osama bin Laden, que asumió la responsabilidad del ataque a través de un video que el Pentágono difundió tres meses y dos días después de consumado.
La pena de muerte pende sobre la cabeza de KSM. Lo mismo sucede con el coordinador de los atentados, el yemení Ramzi bin al Shinbh, apresado en Pakistán en 2002 y también juzgado en la fortaleza caribeña junto a Ammar al Baluchi, Walid bin Attash, y Mustafa al Hawsaw.
Todos compartían el grupo Sociedad Islámica que funcionaba dentro de la Universidad Técnica de Hamburgo, liderado, desde 1992, por el egipcio Mohammed Atta, el piloto suicida, según explica el investigador español Miguel Ángel Cano.
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A 12.872 kilómetros de distancia del penal de Guantánamo, donde la célula terrorista es juzgada, saltando por encima del océano Atlántico, África y Europa, el 15 de agosto, unos días antes, el Talibán regresaba triunfal al palacio presidencial en Kabul, capital de Afganistán, luego que el mandatario Ashraf Ghani, que respondía a Estados Unidos, huyera en secreto tras la decisión de la Casa Blanca de poner fin a la ocupación que duró casi 20 años.
La guerra de Afganistán
La invasión de Afganistán por parte ?de ?Estados Unidos, en 2001, tuvo como único objetivo "perseguir a quienes nos atacaron el 11 ?de ?septiembre de 2001 y evitar que Al-Qaeda pudiese utilizar Afganistán como base para ?perpetrar ?nuevos ataques".
Esa fue la explicación que brindó el presidente Joe Biden después del retiro efectivo del territorio afgano.
Y en relación ?con ?la caída de Kabul en manos de los talibanes, considerada por propios y extraños como un fracaso estadounidense, se limitó a refutar: "Nuestra misión de reducir la amenaza ?terrorista ?de Al-Qaeda y de matar a Osama ben Laden fue un éxito".
El analista político francés y director de la Red Voltaire de París, Thierry Meyssan, desestima en un artículo publicado en la newsletter Gracus Babeuf que la guerra de 2001 contra Afganistán haya sido consecuencia de los atentados ?del 11 ?de septiembre, como indica la versión oficial.
La decisión estaba tomada desde mediados de julio, puntualiza, cuando fracasaron las ?negociaciones de ?Berlín que Estados Unidos y Reino Unido habían iniciado no con el gobierno ?afgano sino con ?los talibanes. ?
Existe un entretejido de telón de fondo que vincula la participación de Rusia y Pakistán, cuna de los talibanes más radicalizados, en derredor del territorio afgano e inclusive aparece China con su interés de pasar por el océano Índico en lo que hoy se distingue como la nueva "Ruta de la Seda".
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Fue en ese contexto que se gestó una intervención ?militar ?de la URSS en Afganistán, que incubó una profunda resistencia talibana, y en el que el consejero de seguridad nacional ?del ?presidente James Carter, Zbigniew Brzezinski, tomó contacto en Beirut con ?el ?millonario anticomunista saudita Osama bin Laden, miembro de una secta secreta -la ?Hermandad ?Musulmana- que le permitía reclutar combatientes.
Según el analista francés, tras ese encuentro, Bin Laden se puso a la cabeza ?de ?mercenarios árabes para emprender una campaña terrorista contra el gobierno ?prosoviético ?afgano.
Una vez asesinado Osama Bin Laden, en 2011, el ex presidente Barack Obama quiso dar por concluida la guerra contra el terrorismo.
Pero la actividad del IS-K (autor de las recientes matanzas en el aeropuerto de Kabul) se lo impidió, lo que explicaría la decisión de Donald Trump de duplicar el número de tropas en Afganistán a pesar de sus reiteradas promesas de poner fin a las guerras en curso.
Ya se había configurado en esta última etapa una guerra hobbesiana de "todos contra todos" que involucraba a tres fracciones: el gobierno de Kabul, respaldado por las fuerzas estadounidenses, los talibanes y el IS-K.
Si bien Trump ordenó ataques contra el IS-K y apoyó a los talibanes, cuando empezó a concretarse la retirada gradual de las tropas estadounidenses quedó en evidencia que las fuerzas afganas sostenidas por Estados Unidos no eran rivales para los talibanes.
El retiro de Estados Unidos y los días después
Las escenas de pánico que se vivieron en agosto último en el aeropuerto de Kabul, durante la evacuación masiva ante el retorno talibán, traen reminiscencias de la Saigón, medio siglo antes, en oportunidad de la derrota de Estados Unidos en Vietnam.
?Desde una óptica macro, los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de Francia, Emmanuel Macron, abordaron la toma de Kabul por los talibanes por el lado de que "los dirigentes políticos afganos abandonaron y huyeron del ?país. ?El ejército afgano se derrumbó, a veces sin tratar de luchar", adujeron, lo cual es tan cierto como que fueron rescatados por los propios aviones militares de países occidentales.
En todo caso, llamó la atención que la entrada de los insurgentes haya sucedido aun cuando las fronteras de Afganistán ?estuvieran ?entre las más seguras del mundo: el tránsito de personas era controlado mediante medios electrónicos sofisticados.
Tampoco la relación de fuerzas era comparable. El ejército afgano regular contaba con 300 mil hombres, entrenados por Estados Unidos, Francia y otros países occidentales, y estaba armado con material de guerra de última tecnología. Usaban chalecos blindados y de equipamiento personal de visión ?nocturna.
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En cambio, los talibanes no pasaban de los ??100 mil combatientes, se desplazaban en sandalias y con ?simples ?fusiles Kalashnikov y no tenían aviación.
¿Por qué una fuerza tres veces superior, bien preparada y pertrechada, que controla el territorio por tierra y por aire, se entregó tan mansamente?
Una de las líneas de análisis conduce a que el cambio de régimen en Afganistán ya se había decidido cuando Donald Trump aún estaba en ?la ?Casa Blanca y los aliados occidentales de Estados Unidos comenzaron a sacar a sus ciudadanos de ?Afganistán ?desde ese momento, describe Thierry Meyssan en su esclarecedor artículo.
Se creían con tiempo para repatriarlos antes del 11 de ?septiembre, o ?al menos antes de la medianoche del 30 de agosto. Pero el presidente Joe Biden modificó el calendario al ?elegir el 15 de agosto. ? ?
En su alocución sobre la caída de Kabul, el jefe de la Casa Blanca aclaró que ?Estados Unidos ?no estaba en Afganistán para construir un Estado, sino sólo para luchar contra el ?terrorismo, una fórmula que viene repitiéndose desde hace ??20 años.
En todo este tiempo, ?afganos, iraquíes, libios y los sirios parecen haberse persuadido de que el interés principal en las incursiones territoriales no es, precisamente, el bienestar de ?sus países. ?