Según un estudio.
Reducir el consumo de carne y lácteos te regala una década de vida
La alimentación saludable no solo colabora con prevención de enfermedades, en tu bienestar y salud mental, sino también de tu esperanza de vida.
Acorde a una nueva investigación publicada en PLOS Medicine, realizar algunos cambios en tu alimentación puede alargar bastante tu longevidad. Y si adoptas esta visión cuando sos joven, podrías incluso añadir 13 años a tu vida.
La dieta occidental típica tiende al exceso de carnes rojas y alimentos procesados, mientras que la mediterránea cuenta con todas las claves para alargar la esperanza de vida: la grasa saludable del aceite de oliva y los frutos secos, granos integrales, frutas y una gran variedad de hortalizas frescas.
Las conclusiones se extraen del estudio Global Burden of Disease, una base de datos que rastrea 286 causas de muerte, 369 enfermedades y lesiones, y 87 factores de riesgo en 204 países y territorios de todo el mundo para modelar el efecto de los cambios en la dieta.
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Centrándose en metaanálisis recientes del efecto de comer varias cantidades de tipos de alimentos particulares, combinaron los hallazgos con datos sobre la mortalidad global y lo que la gente come actualmente. Así, se estimaron las consecuencias de un cambio permanente en la dieta.
Si se empieza a poner en práctica una dieta óptima a partir de la veintena, una mujer podría incrementar su esperanza de vida en 10 años y un hombre, en 13.
Según la investigación, los alimentos que más contribuyen a alargar la esperanza de vida son las legumbres, los granos integrales y los frutos secos.
Al combinar los carbohidratos complejos con proteínas de calidad, grasas sanas, vitaminas, minerales y antioxidantes, existe un menor riesgo de enfermedades crónicas.
Numerosos estudios previos han subrayado el vínculo existente de las carnes rojas, embutidos y procesados con cáncer de intestino y enfermedades coronarias.
Para sustituir la carne puede optar tanto por el pescado o por fuentes de proteína vegetal como soja, frutos secos, garbanzos, alubias, tofu, quinoa o verduras ricas en proteínas, como el brócoli.
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