Dalvian homenajeó, en la figura de su vecino el veterano de guerra José Luis Pagnini, a los héroes de Malvinas al cumplirse este sábado 2 de abril 40 años del conflicto bélico.
"Me niego a volver a Malvinas con pasaporte, las islas son argentinas"
A 40 años de la Guerra de Malvinas, el complejo residencial Dalvian homenajeó a sus héroes a través de su vecino, el veterano de guerra José Luis Pagnini. General de Brigada durante el conflicto bélico en las islas, Pagnini abre las puertas de su hogar para ofrecernos un viaje en el tiempo y transmitir qué significa para él este evento que marcó la Argentina desde el 2 de abril al 14 de junio de 1982, y para siempre nuestra historia.
Con resabios de acento porteño, este hombre nacido y formado en Buenos Aires -Banfield es su lugar de infancia- ha habitado diferentes ciudades argentinas debido a su carrera militar. Lleva 17 años viviendo en Dalvian y ama la provincia de Mendoza que disfruta junto a su mujer, Amanda Lucía Rivas. Con 74 años, tiene tres hijos: José Luis (40), María Luz (32) y María Laura (30), y dos nietos.
A los 20 años ingresó al Colegio Militar y a los 35 se encontraba al frente de un centenar de soldados comandando una de las armas de ingeniería en las Islas Malvinas. Este aniversario de la guerra es especial para él: "Es una fecha en la que rememoramos todos los compañeros caídos en la isla, todos los heridos, todos los que de alguna manera lucharon para que Argentina tuviera una efectiva soberanía sobre las Islas Malvinas", afirma sentado en uno de los sillones de su hogar.
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Los rayos de sol de la mañana cálida que enmarca esta entrevista, embellecen sus cuadros, fotos y reliquias de Malvinas que habitan el living de su casa en Dalvian. Y el momento compartido deja espacio para la confesión: "Malvinas es un puñal clavado en el alma, en el corazón".
Habrá tiempo para sonrisas, pero sobre todo para la emoción al explicar qué es Malvinas en su vida. "Creo que, a través de estos 40 años, nuestra ciudadanía ha ido tomando mayor conciencia sobre lo que fue la recuperación de las islas", suelta.
Pagnini es un estudioso de Malvinas, ha leído muchos libros argentinos y extranjeros, además de todos los documentos desclasificados que se dieron al cumplirse los 30 años del conflicto. Su carrera militar incluye una intervención como observador internacional en Kuwai e Irak, a principios de los '90. O sea, conoce en profundo las vivencias de una guerra.
A Malvinas le tocó ir de capitán, como segundo jefe del arma de ingeniería, un arma técnica que requiere instrucción y preparación. En Malvinas, su función -y la de sus 150 soldados formados a cargo- fue el diseño y construcción de campos minados. "Tuvimos dos días para preparar la unidad, nos avisaron el 10 de abril y el 12 partimos", recuerda.
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"A mi compañía le tocó combatir en Monte London, lugar donde sufrimos el peor golpe del ejército británico. Durante tres o cuatro días, la compañía fue arrasada por artillería británica naval, bombardeos aéreos, fue la lucha más encarnizada y se llegó al combate cuerpo a cuerpo. Nuestra desventaja era que no teníamos visores nocturnos, entonces nos atacaban de noche y nosotros teníamos que guiarnos por los ruidos de las balas. Fue muy complicado, dramático te diría", define Pagnini y hace una pausa sobre ese momento icónico en su gesta de Malvinas por ser el lugar donde más bajas hubo después del hundimiento del General Belgrano.
En la charla, no puede evitarse comparar Malvinas con la actual guerra en Ucrania. "A diferencia de lo que está pasando ahora, con la muerte de miles de ciudadanos ucranianos; en Malvinas no murieron civiles, los 800 habitantes de las islas fueron resguardados tanto por las fuerzas armadas argentinas como por Inglaterra. Solo murió una persona y fue por un mortero británico", asegura. Y confirma: "Tratamos de no perjudicar a nadie y eso fue muy importante para el desarrollo de la guerra".
Respecto a cómo se define Pagnini a 40 años de la Guerra de Malvinas, su respuesta engloba a los compañeros y colegas que pelearon en las islas. "No nos gusta que nos llamen ex combatientes porque queremos seguir, de alguna manera, preparando las nuevas generaciones para que sepan cuáles fueron las causas y las consecuencias del conflicto. Y por las causas históricas y geográficas, ellos también deben saber que Malvinas nos pertenece. Es un objetivo que en algún momento tenemos que cumplir; no será mi generación, será otra, y para eso necesitamos un país fuerte, desarrollado, con peso en el mundo y con memoria", considera.
Este año -y en estos días más precisamente-, José Luis participará en numerosos actos y eventos en homenaje a los héroes de Malvinas, a los cuales es invitado.
-Usted, ¿se siente reconocido por el pueblo argentino?
-Ahora sí me siento reconocido por la sociedad. En un principio fue difícil, producto de la desmalvinización que hubo. Ese shock, la angustia que se generó ese 14 de junio, explica un poco la desmalvinización, pero con el tiempo eso se ha superado. Y ahora sí yo me siento valorado. Las guerras son una tragedia, dentro de ellas puede haber actos de heroísmo, de coraje, pero también mucha destrucción y muerte. En la guerra no gana nadie, pierde la humanidad.
Con 35 años de edad, José Luis pisó Malvinas el 12 de abril de 1982 y volvió al continente el 20 de junio de ese año. Desde que ingresó al Colegio Militar, con apenas 20 años cumplidos, no se imaginó que iba a formar parte de una guerra.
De aquel entonces, hace ya 40 años, Pagnini no volvió a pisar las islas porque "me niego a tener que sacar un pasaporte, a tener una visa para ingresar. Las Malvinas son argentinas". Y sostiene: "Militarmente, Malvinas es un caso cerrado. Pero hay que seguir luchando desde la vía diplomática y la política para que se puedan recuperar".
Pagnini aprovecha la oportunidad para destacar el final trágico y también la situación actual de muchos de los veteranos. "En Malvinas murieron 649 argentinos, pero tenemos el doble de suicidados, casi 1300 que no han podido soportar todo lo que vivieron en las islas. Nos merecemos ahora un análisis importante al respecto, porque no sólo hubo una desmalvinización sino también una falta de atención a toda esa gente que volvió muy mal", afirma.
Y mientras acaricia el terciopelo del sillón, con la mirada hacia el piso, ya en el epílogo de la charla, confiesa que se aferró a su familia para salir de los efectos traumáticos que cualquier vivencia así deja en un ser humano.
Sin embargo, casi susurrando y aún con dolor en sus emocionados ojos, admite que de sus días en Malvinas "hay cuestiones que uno se las lleva con uno, y ese es el principal problema, porque no se puede contar todo, hay cosas que se van a ir conmigo. Es así".