La principal obligación del nuevo presidente es evitar una hiperinflación, que es un peligro real, e iniciar un camino de disminución del IPC a valores civilizados.
El problema más urgente para el próximo presidente, gane quien gane
Más allá de lo que digan los dirigentes de turno, no hay forma de solucionar los tremendos problemas que tiene Argentina -como pobreza, indigencia, vivienda, empleo en negro, jubilaciones, falta de ahorro e inversión- si no se arregla la inflación.
1-Inflación
Gane quien gane este domingo, el aumento desmedido de precios, deberá ser la principal preocupación del sucesor de Alberto Fernández. Y tanto Sergio Massa como Javier Milei, deben saber que cada "beneficio" que otorga el mandamás de turno, como aumento de salarios, bonos para jubilados, planes "platita", programas sociales, tarjetas alimentarias o lo que fuera, terminan rápidamente destruidos por el aumento de los precios. Ya no sirven siquiera como parches.
Para bajar la inflación es inevitable que el BCRA deje de emitir dinero para financiar al gobierno; no hay gambeta posible a esta altura del partido. Y para ello el déficit del gobierno debe ser cero. No hay otra manera. Lo saben unos y otros. Pero esto de no gastar de mas, algo fácil de entender para cualquier economía familiar o empresarial, ha resultado en la realidad imposible de conseguir para la clase política argentina.
De hecho, en números redondos, los últimos 4 gobiernos, los 2 de CFK, el de Mauricio Macri y el de Alberto Fernández, han multiplicado en cada periodo por 3 la cantidad de dinero: lo que se conoce como base monetaria. No hay ningún país civilizado que haya hecho un desastre parecido en los últimos 20 años. Además, como no les alcanzó con emitir descontroladamente, nos endeudaron de todas las maneras posibles: en dólares, en pesos, en el país y en el exterior, con los organismo internacionales, con el FMI, con los chinos. ¡No nos endeudaron más simplemente porque ya no queda nadie que nos preste voluntariamente!
Ahora, lo único que han podido hacer es negociar más o menos "de prepo" para que los bancos argentinos mantengan en su cartera bonos del Tesoro y el BCRA por enormes cantidades de pesos, los anoten en sus libros y no traten de cobrarlos. Y no es casualidad que los bonos argentinos en el exterior coticen a valores ridículamente bajos, propios de un país en default.
Por supuesto, ante cada crisis o estallido, los argentinos ya sabemos de quién es la culpa: del otro.
Te puede interesar: Empresarios de EEUU en el país piden reformas para una Argentina "viable"
Para no aburrir, sirva un solo número sobre la emisión de dinero: el gobierno de Alberto Fernández imprimió sólo en este año el equivalente a 5.000 millones de dólares si se calcula al dólar blue y más de 10.000 millones de dólares al dólar oficial. Y posiblemente este número crezca bastante luego del 10 de diciembre, cuando el nuevo presidente tenga que cancelar los "pagadios" que deje el actual gobierno.
2-Expectativas/confianza
Otro gran problema que no podrá eludir el próximo presidente, y que está vinculado con la inflación, son las expectativas de los argentinos. Básicamente, y mas allá de ideologías -progresistas, liberales, apolíticos o lo que fuera-, los argentinos nos comportamos en un sálvese quien pueda permanente. Siempre estamos a la defensiva esperando lo peor, lo que es un comportamiento totalmente lógico porque hace 50 años, medio siglo, que vivimos situaciones anormales de mega inflaciones, devaluaciones, defaults, confiscación de ahorros y todo tipo de regulaciones absurdas, que pueden destruir la economía de un ahorrista, comerciante, un finquero o una familia en cuestión de días.
El sálvese quien pueda implica aplicar aumentos de precios cada vez mayores y más rápidamente, y resultado lógico: nadie en su sano juicio va a vender sus productos por menos del valor al que podrá reponerlo en el futuro, y como no sabe cual es ese valor de reposición, se cubre lo más posible.
El riesgo de equivocarse es perder el capital, que en muchos casos costó una vida construir. El que puede ahorra en dólares y fuera del sistema financiero para defender el fruto de su trabajo, y este es un comportamiento que tampoco se va a modificar.
Los que están con con el agua al cuello -la mayoría- eluden o evaden sus impuestos para seguir funcionando. Esto ha provocado que la economía en negro sea cada vez mayor. Algunos calculan que es al menos la mitad del total. Por lo pronto, se estima, según los datos oficiales del Indec, que hay al menos 5 millones de trabajadores que declaran ser asalariados en negro.
Estos comportamientos no van a cambiar en el corto plazo, aunque el gobierno declare sus buenas intenciones o aunque comience a hacer los deberes básicos y deje de emitir y tomar deuda. Conseguir que los actores económicos confíen en que habrá estabilidad será un proceso largo.
El candidato que gane va a tardar un largo tiempo en ganarse la confianza de los argentinos, que podrán apoyarlo más o menos desde la simpatía y las encuestas, pero que van a seguir con todos los comportamientos defensivos hasta que vean que las metas se cumplen por varios trimestres y no solo por un corto tiempo. Y que el Congreso pueda sancionar leyes sin toneladas de piedras en sus paredes.
Además, si hay algunos gestos iniciales para frenar la inflación, como los mencionados anteriormente, muchos estarán esperando las elecciones de medio término, de 2025, para ver si aparece un nuevo "plan platita" -como los de Alberto, Cristina y hasta Macri en 2017- que tire por la borda algún esfuerzo fiscal y monetario que se pueda haber realizado.
Perlita: Por qué se habrían distanciado Milei y Eurnekian
Si gana Milei
Si el candidato que gana es Milei, que quiere liquidar el Banco Central y dolarizar, que sería la forma de cortar de una vez y para siempre el círculo vicioso de déficit fiscal, emisión e inflación, tendrá que demostrar rápidamente que tiene los 30.000 millones de dólares necesarios para hacerlo, que puede aprobar en el Congreso las leyes que necesita y luego, igual de importante, que podrá soportar las presiones de los lobbies empresarios, sindicales y las movilizaciones en las calles, para llevar a cabo su plan de gobierno.
Con respecto a la dolarización, hasta ahora lo más cercano lo aplicó Carlos Menem con la convertibilidad, medida que se aplicó a través de una ley aprobada por el Congreso. Al respecto, es una incógnita si Milei contaría con los respaldos necesarios para su revolucionaria medida.
De todas maneras, si logra (y quiere efectivamente) dolarizar la economía, automáticamente debería bajar el gasto público por que no habrá emisión para financiarlo, y confrontar y negociar contra todos los afectados por sus medidas, que no serán pocos.
Si gana Massa
Si gana Massa, más allá de que pueda armar su gobierno de unidad nacional, habría déficit fiscal cero sin emisión monetaria para financiarlo. Al menos así lo ha prometido para evitar que el país vaya hacia una hiperinflación.
Si ocurre esto, habrá nuevamente intereses reales afectados que responderán de una manera poco amable, por más que les simpatice más Massa que Milei. Y los comportamientos defensivos de los argentinos continuarán hasta que haya certezas de hasta dónde y de qué manera está dispuesto el presidente a llegar para conseguir la estabilidad.
Luego del balotaje
Con el presidente electo, deberán comenzar las definiciones. Mientras mas rápidas y concretas sean, mejor. Más allá de quién gane y del camino a tomar, el próximo jefe de Estado deberá ordenar el desorden generado en los últimos 40 años.
Con un dólar oficial y tarifas atrasadas, una bomba de tiempo de deuda en el BCRA, el ganador deberá proponer y ejecutar un plan real, sin "biribiri", sino quieren caer en una crisis aún peor con riesgos ciertos de una hiperinflación, un default y un aumento aún mayor de la pobreza y la indigencia. Porque los tiempos hacia una nueva crisis se acortan peligrosamente.
Nunca está de más aclarar que doblegar la inflación es una condición necesaria (es lo más urgente a resolver), pero no será suficiente para el desarrollo argentino. Sin estabilidad en serio, no hay chances de nada, y solo con la estabilidad de precios, no alcanza.
Una vez que seamos un país normal, aparecerán aun más nítidamente los verdaderos problemas y desafíos estructurales de Argentina: crecimiento con igualdad de oportunidades, eliminación de la pobreza, aumento de la productividad, mejora sustancial de la calidad educativa, desarrollo del ahorro argentino genuino y una fortísima expansión de las inversiones y exportaciones. Todos aspectos que tardaremos años en mejorar.