La inflación mensual y el último sacudón post elecciones afectaron fuerte a los bolsillos. Cuánto cuesta mantener los consumos menos prioritarios.
El streaming y el delivery, gastos que en Argentina ya son un lujo
En las últimas semanas, la enorme mayoría de los argentinos sentimos en carne propia cómo nuestro poder adquisitivo se achicó todavía más de lo que lo venía haciendo. Es que a la inflación que no para se sumó la suba repentina del dólar blue, la devaluación, y múltiples remarcaciones de precio después de las elecciones primarias -lo que disparará el índice inflacionario de agosto- Y cuando el cinturón aprieta, empiezan a establecerse prioridades y a relegarse gustos.
¿Es un lujo tener Netflix o pedir una comida a domicilio? Hoy en día la respuesta en Argentina parece ser afirmativa. En primer lugar, los precios de las plataformas de streaming están atados al del dólar, por lo que la devaluación del 23% que aplicó el Gobierno argentino apenas se conocieron los resultados de las PASO impacta directamente en ellos.
Siempre hablando del precio final -con impuestos-, un abono Básico de la plataforma de la N cuesta hoy $2.869,26. Con el ajuste, se iría a $3.530. Esta tarifa solo alcanza para ver series y películas en un dispositivo y hasta calidad HD. El plan Premium, que implica calidad Ultra HD y cuatro dispositivos a la vez, vale hoy $6.958,26. La devaluación del peso podría llevarlo a $8.560.
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Netflix es la plataforma más cara. Disney+, por tomar otra, cuesta hoy $1.390,26 por mes y se iría a $1.710. En el caso de Spotify, el plan Individual cuesta hoy $1.042,26 por mes. Si se traslada el aumento, hablamos de un pago de $1.281. El plan Familiar (hasta 6 cuentas) pasaría de $1.738,26 a $2.138.
Apps de delivery: altas comisiones que se trasladan a los precios
Pedidos Ya y Rappi aplican altísimas comisiones a los negocios que trabajan con ellos. Más allá de las dificultades que esto suscita, la mayoría de locales gastronómicos del Gran Mendoza no tiene opción: necesitan estar en esas apps para llegar a más clientes.
"Por supuesto que no es conveniente (trabajar con apps de delivery), pero son un mal necesario. Imaginate que te pagan al mes y te cobran la comisión más IVA. Pero la gente se recontra acostumbró acá y en el mundo a pedir por las aplicaciones, y sin ellas, no existe el delivery ", aseguró Raúl Roitman, vicepresidente de Relaciones Institucionales de la Asociación Empresaria Hotelero Gastronómica y Afines de Mendoza (AEHGA).
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Lo que se llevan estas apps que gestionan los pedidos y los llevan a domicilio a los clientes ronda el 30% por cada compra. Supo ser de 18% durante la pandemia, por un acuerdo entre asociaciones de gastronómicos y las aplicaciones. Por aquel entonces, el aislamiento restringió completamente el trabajo de los restaurantes, que pasaron a depender del delivery y del take-away. Pero esa facilidad ya no rige.
Esto afecta a los clientes porque esas altas comisiones se reflejan en los precios. Una rápida comparación entre las cartas de los locales in situ y las que tienen en las apps revela diferencias de cerca de 20%, y a veces más. "Se trata de poner ese costo adicional en el precio, pero no siempre podés trasladarlo todo", añadió Roitman, uno de los dueños de Zitto, al POST.
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El empresario gastronómico Pablo Nievas, dueño de la pizzería Pizzaiolo, contó que su local trabajaba con Pedidos Ya cuando no tenía otra alternativa por la cuarentena, pero que debido a las altas comisiones dejó de hacerlo. "Nosotros tenemos márgenes de utilidades mucho menores al 20%, que es lo que se llevaban los de las apps", afirmó.
Hoy en día, un plato promedio en una app cuesta entre $2.500 y $3.000, sin contar el envío. Una recorrida por ellas permite ver que lo más barato es la comida rápida, pero ya es difícil encontrar una hamburguesa por menos de $2.000. Si se quiere pensar en una pizza, las opciones van desde $2.000, una muy barata, hasta $5.000.
Se trata de gastos que se dejan para lo último en una provincia en la que una familia tuvo que reunir más de $230.000 en julio para no ser pobre. En la Argentina y la Mendoza de 2023, pedir una comida y acceder a consumos culturales, dos actividades que supieron ser estándar para la clase media, son todo un lujo.