La selección nacional le dio una paliza a Croacia, vigente subcampeón, nada menos que en la semifinal del mundo. Una lección de la Albiceleste, que se anima a soñar en grande.
Argentina a la final, con autoridad, con fútbol y con corazón
De menor a mayor, así está transitando la selección argentina esta Copa del Mundo, en la que empezó perdiendo y a partir de allí tuvo que jugar cada partido como si fuera una final, y a cada paso que dio fue superando una prueba distinta, aprendiendo de los errores propios para no volver a tropezar y asegurarse un lugar en el partido que todos queríamos jugar.
En octavos de final, se sufrió innecesariamente en el final contra Australia, en un partido que estaba controlado casi con totalidad. Y en cuartos de final le dio una lección táctica a Países Bajos, que habló más de lo que jugó, pero el empate en los últimos minutos generó otro sufrimiento injusto.
Y ese sufrimiento se ve que dejó enseñanzas, porque Argentina se plantó ante un equipo durísimo como Croacia, que venía de eliminar a nada más y nada menos que a Brasil, el máximo candidato al título, y lo aplastó con autoridad, con fútbol y con mucho corazón, con una goleada para la historia.
Cómo sería de duro Croacia, que el entrenador Lionel Scaloni decidió utilizar un esquema con el que nunca había empezado ningún partido del Mundial, para contener la mitad de la cancha, la máxima fortaleza del equipo balcánico, y aunque al principio pareció no funcionar, se aceitó rápidamente.
En los primeros minutos, Argentina le cedió la iniciativa al rival, que no encontró los caminos porque el equipo nunca perdió el orden. Y cuando tuvo la oportunidad, liquidó el partido. En un lapso de cinco minutos Lionel Messi, el mejor del planeta, y Julián Álvarez, que explotó todo su potencial en esta Copa del Mundo, dejaron de rodillas al subcampeón mundial.
En la segunda parte, la selección controló el trámite y en ningún momento dio la sensación de que podría repetirse lo que pasó el viernes pasado, cuando Países Bajos levantó una ventaja igual.
Y para rematarla, otra vez se conectaron Messi y Julián. El 10 tomó la pelota por el sector derecho y encaró hacia arriba como en sus mejores épocas en el Barcelona. Amagó para acá, amagó para allá, y como en un truco de magia, nadie sabe cómo, se metió al área en soledad y tocó para el Araña, que solamente la tuvo que empujar para que la diferencia se transformara en goleada.
Una goleada sin fisuras, en una semifinal y ante el subcampeón del mundo, nada menos. Argentina se impuso con autoridad ante uno de los equipos más duros del planeta, y lo hizo con fútbol, de sus individualidades y del equipo, pero también con el corazón y con la mente fría para asegurarse un lugar en la gran final.
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El rival reconoció la superioridad, con varios saludos fraternales, incluso del DT Zlatko Dalic, quien interrumpió las declaraciones de Lionel Messi para saludarlo y felicitarlo, demostrando que Argentina sabe ganar y perder, y respetará siempre al rival si este también lo respeta, aunque algunas voces, las de los mismos de siempre, quieran manchar a este equipo con el que se identifica un país entero.
Queda un solo paso. Y hay permiso para soñar.