Cuando parecía que no había más actividad sexual ilícita en la Ciudad de Mendoza, apareció un nuevo departamento privado. Clausuras truncas, quejas vecinales e inseguridad.
El último prostíbulo de Mendoza
“Es el séptimo F, ahí tenés que tocar y bajan a abrirte”, me dice el hombre, seguro de sí mismo. Segundos antes le había preguntado dónde podía conseguir “sexo por dinero”. El servicio de una prostituta, para ser más exacto.
El edificio en cuestión, donde se puede pagar con dinero contante y sonante un oportuno momento de placer, está ubicado en pleno centro mendocino, en el 330 de la calle Buenos Aires, en su intersección con la calle Salta.
Allí el desfile de hombres es incesante, a todas horas del día. Aunque el mayor flujo se da por la noche.
“Es insoportable, no se puede vivir así, estamos todos podridos”, me dice Héctor, en su propio nombre y el de sus vecinos. Vive en Buenos Aires 330... se sobreentiende.
“Aparte de que es ilegal, hace crecer la inseguridad, porque cualquiera entra al edificio en cualquier momento”, completa Estela, casi susurrando. No es que tenga temor y por ello hable bajito, sino que ostenta un problema en sus cuerdas vocales.
La molestia no se da solamente en los copropietarios del lugar, sino también en los comerciantes de la periferia. “Desde que están las ‘chicas’ la zona se empezó a llenar de gente rara; a lo mejor es paranoia pero todos pensamos igual”, me dice Carlos, empleado de un mercado de la misma cuadra. Algo similar escucharé por parte de otros comerciantes.
“Sí, es cierto, hay queja de muchos vecinos”, me confiesa Beatriz, administradora del edificio en cuestión.
-¿Por qué no hay denuncias contra la gente que regentea el lugar entonces?
-Sí, hay varias denuncias hechas ante la comuna. Vienen los de la municipalidad y ponen el cartel de clausurado. Pero esta gente los despega y sigue como si nada.
-¿Cuántas veces clausuraron ya?
-Al menos dos veces.
Beatriz tiene razón. Las fotos del lugar dan cuenta de ello. Obsérvese la sucesión de imágenes. En la primera, se ve claramente el cartel de clausura.
En la segunda, se intenta tapar el mismo con un papel en blanco.
En la tercera foto, finalmente decidieron tapar la advertencia.
“Es muy complejo, porque los cerrás y vuelven a abrir como si nada. Ya los habíamos corrido de la calle Garibaldi a estos mismos”, me dijo escuetamente uno de los inspectores municipales a cargo de clausurar el lugar hace apenas un par de días.
-¿No debería quedar un policía custodiando el lugar para que no vuelva a funcionar?
-No es una decisión que se pueda tomar desde la Municipalidad, sino desde la justicia de Faltas.
Vecinos enojados
"La Municipalidad no hace nada, solo viene, pone la faja y se va, y en cuanto se van vuelven a funcionar", advierte María, una de las vecinas más antiguas del edificio.
-¿Cuándo arrancó esta situación?
-En enero, el departamento se alquiló en enero y ahí empezaron a trabajar las chicas. Las maneja una tal Nuri, como si fuera la "madama" del lugar.
-¿Nadie intentó hablar con el dueño?
-Nunca lo pudimos ubicar, es un tal Juan Carbonero, vive en Rivadavia. Y todo se lo maneja una inmobiliaria llamada ROA o algo así.
Mientras estas líneas terminan de escribirse, algunos de los vecinos de Buenos Aires 330 evalúan hacer una presentación judicial.
Están cansados de la situación, pero más aún de la impunidad con la que se mueven los "regenteadores de la prostitución", como los denomina una de las habitantes del complejo edilicio.
"No se puede vivir así, hasta tiran los preservativos a la planta baja por la ventana", me dice la mujer con evidente enojo.
Está claro que todo parece a punto de estallar... si es que ya no lo hizo.