Las 15 muertes sospechosas detrás del atentado contra Carlos Menem junior
El expresidente Carlos Menem sorprendió en las últimas semanas al presentar un escrito judicial en el que afirmó saber quiénes y por qué mataron a su hijo, Carlitos Menem, hace 21 años.
Allí, el hoy senador habló de un "atentado criminal", pero se excusó en los detalles amparándose en "secretos de Estado".
Finalmente, habló de un acto cometido por Hezbollá, pero nadie le creyó, ya que esa facción extremista aún no cometía ese tipo de hechos en 1995.
La historia detrás de la muerte del vástago del exmandatario es sorprendente y aún poco y nada se ha revelado al respecto. Más de 14 personas que murieron de manera sospechosa, se suman a toda una cadena de cuestiones raras que envolvieron ese hecho.
Todo dio comienzo hace 21 años, el 15 de marzo de 1995, cuando el país se vio conmocionado por la noticia de la muerte de Carlos Menem Jr. junto al corredor Silvio Oltra. Aparentemente se había enredado con unos cables de media tensión a la altura del km 211,5 de la Ruta 9, camino a Rosario.
El paso del tiempo comenzó a insinuar versiones cruzadas acerca de un posible atentado, contrastando consecuentemente con la hipótesis del accidente.
Zulema Yoma, que en esos días se aventuraba a denunciar públicamente y frente al asombro de todos que su hijo había sido víctima de un asesinato, era vista por la sociedad como una persona desequilibrada, que había sido afectada por la muerte de su vástago y que disparaba acusaciones sin fundamentos.
A pesar de que en un principio, muchos creyeron ver en sus palabras indicios de locura, el tiempo fue dando fundamento a sus afirmaciones en la elocuencia de hechos concretos. Algunos de ellos:
-El inmediato desguace y desaparición de gran parte del helicóptero.
-La muerte de gran cantidad de testigos.
-La falta de peritaje sobre piezas fundamentales de la aeronave.
-La dudosa y tardía autopsia efectuada sobre el cuerpo de Junior.
-La falta de algunas medidas concretas para esclarecer el caso por parte del Juez de la causa.
Demasiadas casualidades.
Ultimo día de la victima
Zulema Yoma se había despertado con un mal presentimiento ese día. No sabía exactamente qué era lo que le molestaba, pero sentía una constante sensación de incomodidad.
De todas maneras, lo que ella pudiera temer no se acercaba en lo más mínimo a lo que le estaba por deparar el destino.
Ese jueves 15 de marzo de 1995, Junior había salido de su casa de la calle 11 de Septiembre al 1700 en su Nissan Pathfinder, aproximadamente a las 8:30 de la mañana, dirigiéndose a la confitería “La Rambla”, ubicada en Posadas y Ayacucho. Allí iba a encontrarse con gente de su custodia personal.
Antes de hacer nada, sabía que no podía olvidarse de saludar a su madre. Ya era más que una costumbre, una necesidad. Ese día iba a competir en un importante Rally y sabía que el beso de mamá iba a quitarle parte de los nervios que llevaba encima.
Estuvo casi veinte minutos en Posadas 1540, con Zulema. Los suficientes como para escuchar los típicos consejos “sobreprotectores” de toda madre. Al despedirse, Junior volvio a pedirle disculpas por no poder llevarla en el helicóptero. “Tengo que llevar a una chica”, le confesó.
Había querido estar más tiempo con Zulema, pero tenía que regresar a “La Rambla”. Allí lo estaban esperando sus íntimos amigos Cesar Perla y “Lucho” Pineda junto a sus custodios, con quienes debía ir a la Residencia de Olivos para buscar el helicóptero y de ahí viajar a Rosario.
Ya eran más de las 9 de la mañana y Junior había decidido viajar en el Renault que hacía de móvil de la custodia, junto a los oficiales de la Federal Bauer y Noriega.
Antes de llegar a la mansión presidencial, empezó a desconfiar de su destino cuando ambos custodios le informaron que no lo acompañarían en su viaje a Rosario. El jefe de su custodia personal, el Oficial Oscar Barcelona, había dispuesto —sospechosamente— que ese día disminuyera el número de agentes y móviles que lo protegieran en el trayecto hacia su destino en la provincia de Santa Fé.
Carlitos recordó entonces lo que le decía su madre: “Tenés que rotar la custodia cada tanto, chancho”. Zulema sospechaba del hecho de que Barcelona no lo dejara solo ni por un minuto.
Ayudaba a acrecentar las sospechas el hecho de que el helicóptero, en su descanso en la Residencia de Olivos, no contara con una custodia asignada o que no se le hubieran fijado las más mínimas medidas de seguridad. Según información brindada por Daniel Bellandi, Controlador de Tránsito Aéreo de la propia Casa Militar de Olivos, “no existe en los registros que llevan de entrada y salida de helicópteros”, anotación alguna sobre la salida de la aeronave de Carlos Menem Junior desde la Residencia ese fatídico 15 de marzo de 1995.
A sabiendas de que contaba con menos integrantes que se ocuparan de su seguridad personal y con total resignación, Carlitos decidió igualmente seguir adelante en el trayecto que lo llevaría a la ciudad de Rosario.
A las 9:20 hs. y, luego de encontrarse con Silvio Oltra, partió de la morada presidencial con destino a Don Torcuato, donde arribó a las 10:10 hs a efectos cargar combustible.
Menos de dos horas más tarde, Carlitos se iba a encontrar cara a cara con la muerte.
Tiro de gracia
Mientras su cabeza no dejaba de dar vueltas sobre temas relacionados a armas y drogas, Carlitos intentaba hilar los datos que lo acosaban y que incluían a su propio padre en esos negocios. No podía creer que, alguien a quien creía conocer tanto, le fuera tan ajeno en algunos aspectos.
De todas maneras, pensaba en cuando estuviera más tranquilo y pudiera tener tiempo de analizar más detenidamente la información que llevaba en su portafolios gris (1). Aún le era difícil entender cuál era la relación entre armas y drogas en un país tan alejado de medio oriente. No podía creer que esos “negocios” hubieran penetrado de tal manera en los estratos más profundos de toda voluntad política.
Para escapar de semejante presión, su mente traía pensamientos de la carrera que estaba por correr en Rosario. Estaba seguro de que iba a sacar uno de los primeros lugares en la tabla de posición y ya se imaginaba festejando frente a la ovación de la gente.
Fue el primer tiro el que lo hizo volver a la realidad. No entendía nada. Ni siquiera estaba seguro de que fuera un disparo de bala.
La intensa continuidad de los impactos no le permitieron pensar demasiado. Lo único que sabía con certeza en ese momento era que estaba siendo víctima del impacto de gruesas balas, disparadas por más de un francotirador.
“Me tiraron, me tiraron... perdí la hidráulica. Hagan algo huevones”, llegó a decir Carlitos, tratando de contactar en vano a su custodia y mientras trataba de maniobrar el helicóptero. Luego se sabría que dicha comunicación había sido registrada por la torre de control del aeropuerto de Ezeiza.
Junior confiaba en que la custodia iba a estar siguiéndolo por tierra, tal cual tenían programado y como solía hacerlo generalmente. Convencido de que era así, comenzó a descender de a poco para poder coordinar acciones con quienes debían protegerlo. Lo que menos se imaginaba, era que no iba a encontrar ayuda alguna. El coche de la custodia lo había abandonado 20 km. atrás.
La sensación que tuvo Carlitos de que habían liberado la zona se interrumpió en el mismo momento que impactó contra los cables de electricidad que cruzaban la ruta 9.
Era hora del inevitable fin.
Y... ¿donde está la custodia?
Fue en la misma mañana de ese nefasto 15 de marzo que Carlitos se había enterado que dos de sus custodios no iban a acompañarlo en su trayecto a Rosario.
Los oficiales Barcelona, Bauer y Noriega se dirigían —junto al hijo del Presidente— en un Renault 18 oscuro hacia la Residencia de Olivos. Es durante ese trayecto que Junior supo que dos de ellos no iban a escoltarlo en el viaje a Santa Fé. Desconcertado y sin entender el porqué de tal decisión, se resignó al pensar que el destino había querido que las cosas fueran así.
A la Pathfinder negra en la que viajaría su jefe de custodia, se había sumado un automóvil Spirit blanco con tres oficiales más (que debían haber sido cuatro): Carlos Ruiz, Adolfo Vallejos y Héctor Rodríguez.
Los vehículos, ocupados por custodios y amigos de Carlitos, tenían la consigna de seguir al helicóptero por la Ruta Nacional Nº 9. Tratando de permanecer siempre debajo del mismo e intercomunicándose por medio de Handys y celulares.
Al principio se manejaron tal como lo habían previsto pero, imprevistamente, ambos vehículos se detuvieron en un parador ubicado en el Km 191,5 de la Ruta, casi 20 Km antes de que el helicóptero se precipitara a tierra.
Según lo declarado por Oscar Barcelona y Cesar Perla, jefe de custodia y amigo personal de Carlos Menem Junior respectivamente, se detuvieron en la gomería “El Pito” para cambiar una goma de la camioneta de la custodia que poco antes había pinchado.
En la misma declaración, hacen saber que pensaban volver a detenerse en la Estación de Servicio del Km 211.5 —justo frente donde cayó el helicóptero— para cargar combustible.
Suena totalmente absurdo que, tratándose de la vigilancia de alguien que venía siendo amenazado de muerte y que era ni más ni menos que el hijo del Presidente de la Nación, la custodia no haya tomado el recaudo de llenar el tanque de nafta para no tener que detenerse.
Respecto a la goma de la camioneta, nunca apareció la que estaba pinchada. Suena asimismo extraño que no hayan cambiado la cubierta los mismos custodios. Oscar Barcelona aseguró que esto había sido así porque habían perdido la llave de seguridad, cosa que fue desmentida por el encargado de la gomería, quien declaró que la misma se encontraba debajo del asiento trasero de la Pathfinder. (2)
Finalmente, la custodia ha justificado esta extraña detención en la necesidad de “cambiar los cascos (para la carrera) de un automóvil a otro”, a pesar de que ambos autos se dirigían al mismo lugar de encuentro: Rosario.
Estos supuestos cascos que provocaron esa tremenda y estúpida demora, pudieron verse en la filmación de los restos del helicóptero el mismo día de la tragedia, ya que los llevaba el mismísimo Carlitos en la aeronave (3).
Testigo en peligro
“Es un tema muy jodido, donde muere gente clave”, me asegura con miedo una persona que ha sido amenazada en el marco de la investigación de la muerte de Junior.
Aunque uno se resista a creerlo, las evidencias van más allá de lo que uno pueda imaginar. Hay hechos objetivos que abonan el terreno en el sentido de la sospecha: más de 14 personas murieron violentamente en un lapso de tres años, mientras otras fueron amenazadas y baleadas. Todos ellos, de un modo u otro, tuvieron una estrecha participación —como testigos y como investigadores— en el episodio ocurrido aquel 15 de marzo de 1995. Veamos:
-Lorenzo Epifanio Siri: era cuidador del campo de la familia Sívori, donde cayó el helicóptero.
“(Siri) me contó que previo a la caída del helicóptero percibió tres explosiones y en seguida le pareció como que se le venía encima”, asegura Adrián Laprida que le confesó el cuidador del campo poco tiempo antes de morir.
La misma persona asegura que Siri le había dicho que “vio un montón de cosas desparramadas (...) Que entre esas cosas había una valija, sobres como de azúcar y dinero suelto. Que inmediatamente se le acercaron unas personas y le dijeron: ‘viejito, vos te mandás a mudar de acá porque sos boleta. Vos no viste nada’”.
Era demasiado tarde. El 18 de abril de 1995, Lorenzo Siri iba a encontrar su propia muerte atropellado por un auto Fiat 147, tan sólo a 500 metros de donde había caído la aeronave.
-Miguel Luckow: Perito designado por la Fuerza Aérea y primero en llegar adonde estaba el helicóptero. Le aseguró a fiscal de la causa, Amalia Sívori que “por lo que pude ver, esto no se trató de un accidente”.
Pocos días después de asegurarle a la Fiscal Sívori que para él el desplome del helicóptero no había sido producto de un accidente —el 26 de septiembre de ese mismo año—, Miguel Luckow fue asesinado a balazos en la puerta de su casa cuando estaba por ingresar con el auto en el garaje. El sumario policial indica homicidio y robo, pero a Luckow ni siquiera le robaron la billetera. La causa tramita en el Juzgado en lo Penal Nº 4 de San Isidro bajo el número 36.987.
En extraña coincidencia, el hombre que lo mató, Angel Daniel Antakle, fue muerto dos días después —el 28/09/95— sin poder llegar a brindar testimonio.
“Le hacían la vida imposible. Cuando tenía que ir a la sede de la J.I.A.A.C. para realizar su trabajo, los coches que pasaban a buscarlo llegaban siempre tarde”, confiesa hoy alguien que gozó de la confianza de Luckow.
Poco tiempo después fallecería también en extrañas circunstancias quien fuera su ayudante, el perito Félix Bonachera.
-Héctor Bassino: Comisario general de la Policía Bonaerense. Fue enviado al lugar del siniestro por el entonces jefe policial Pedro Klodczyk. Bassino, hombre de su riñón, se desempeñaba como jefe de la División Helicópteros de la fuerza y fue el primero en revisar el Bell de Carlos Menem Junior.
Quienes conocían a Bassino, aseguran que sabía mucho sobre la causa, más de lo que había declarado oficialmente. Eso le costó la vida dos años y tres meses después, en el marco de un frustrado intento de asalto en Bernal.
A pesar de que los testigos del hecho han coincidido en que al policía le dispararon “al pasar” y sin mediar palabra alguna, el juez que entendió en la causa, Jorge Falcón, la caratuló como "abuso de arma, lesiones graves y presunto intento de robo".
-Hugo Sánchez Trotta: Preso. Envió sendas cartas certificadas al entonces Presidente Menem y a Zulema Yoma asegurando tener sobrada información sobre algunos puntos de la muerte de Carlos Menem Junior y prometiendo ir a declarar al juzgado a aportar información sobre el destino de la valija con dinero e información que había en el helicóptero y sobre las investigaciones que Carlos Menem Jr. llevaba sobre temas de narcotráfico. Lo único que quería era recuperar su libertad para declarar sin miedo.
Dos días después de salir de prisión y antes de poder decir nada, fue acribillado a balazos por la policía. El sumario posterior habla de “atentado y resistencia a la autoridad seguida de muerte”.
Al no poder entrevistar a Hugo Sánchez Trotta, el Juez de la causa —Villafuerte Ruzo— citó a su hermano, Antonio Emilio, quien el 25 de febrero de 1997 declaró que lo poco que sabía era a través de su hermano fallecido. Que creía “que a Carlitos lo mataron por que molestaba al narcotráfico (…) y lo dejaron morir como a un perro”. A poco de declarar y al igual que su hermano, Antonio Sánchez Trotta también fue asesinado.
-José Luis Mancini: Perito de la División Balística y Criminalística de la Gendarmería Nacional. En Junio de 1997 dio a conocer públicamente el documento que mostraba las conclusiones a las que habían arribado los técnicos y que aseguraban de manera rotunda que existían perforaciones, deformaciones e irregularidades atribuibles a impactos de proyectiles de armas de fuego en cinco lugares diferentes del helicóptero Bell en el que viajaban Carlos Menem Junior y su amigo Silvio Oltra.
Días antes, Mancini había recibido presiones por parte de gente del Poder. “No te olvides que algún integrante de tu familia puede sufrir un accidente...”, le advirtieron por teléfono, al tiempo que le sugerían hacer desaparecer los restos del helicóptero sobre los que se iba a proceder a hacer la pericia. No aceptó.
Once días después, su hermano Emilio Eduardo, fue abordado por cuatro hombres en una esquina de Villa Centenario, en Lomas de Zamora. Uno le disparó a quemarropa a la altura del cuello y la bala que fue a dar a la espina dorsal lo dejó casi paralítico. Huyeron sin robarle nada. Luego de ser operado el 16 de julio de 1997 —una de las balas se alojó en su cabeza—, Emilio falleció.
-Jorge Artoni: ex secretario de Andrés Antonieti, secretario de Seguridad. Aseguró haber escuchado a su jefe hablar de la tercera pasajera que iba en el helicóptero de Carlitos. Denunció que a la misma la habían hecho pasar obviando el pasaje por la aduana a pedido de Menem Junior unos 15 o 20 días antes de que cayera el helicóptero.
El 2 de junio de 1997 recibió una balacera en la puerta de su casa, lo que produjo que fuera internado en completo estado de shock. Días antes le aseguraron por teléfono: "Vas a ser boleta".
-Hugo Raúl Bocolino: Camionero. Le aseguró a su esposa Beatriz que había sido testigo involuntario de cómo disparaban contra el helicóptero de Menem Junior.
El siguiente jueves, un día antes de la supuesta llegada del chofer a su hogar, Beatríz iba a recibir el peor llamado de su vida: su marido había aparecido con tiro en la cara. Poco después se iba a enterar de que habían querido armar una causa judicial diciendo que Hugo, su cónyuge, se había suicidado.
-Carlos Santander: Asaltante. Aseguró tener filmaciones de la caída de la aeronave. Fue muerto días después en un tiroteo.
-Dr. Pedro Martínez: Médico de San Nicolás. Fue asesinado a cuchilladas pocos meses después de la caída del helicóptero. Tenía uno de sus consultorios en la ciudad de Ramallo y fue el primer médico en llegar al lugar del siniestro.
-Rodolfo Cortese: Fue quien le acercó el cassette a Zulema Yoma donde se escuchan los gritos de Carlos Menem Junior antes de impactar contra el maizal. Cortese falleció de manera extraña y fue inmediatamente cremado sin autorización de su familia.
Concluyendo
No son pocos los indicios que llevan a pensar que Carlitos Menem fue asesinado en el marco de una venganza personal contra su padre.
Aparte del contundente informe realizado por peritos de la Gendarmería junto a técnicos de las partes interesadas el 16 de febrero de 1995 —que demostró que en los restos del helicóptero había restos de balas (4)—, casi un mes antes de que se produjera la muerte de Carlitos Menem, el agente de Inteligencia Mario Aguilar Rizzi hizo llegar al ministerio del Interior una carta certificada —con aviso de retorno nº 8804— advirtiendo que los hijos del Presidente debían ser cuidados muy especialmente hasta después de las elecciones, porque algo grave les iba a suceder. Incluso advirtió que a Carlitos Menem lo iban a “asesinar mientras volaba en su helicóptero” (5).
En el mismo sentido, otro perito, Enrique Prueguer, hizo un estudio exhaustivo sobre las fotos tomadas el 15 de marzo de 1995 —día del supuesto accidente— y aseguró que “hay pruebas categóricas de que el helicóptero recibió disparos de fusiles de calibre 4.40”. Son pruebas que hoy, a 21 años de ocurrido el hecho —ayer, en realidad—, el juez Villafuerte Ruzzo se niega a tener en cuenta.
Como se dijo, la evidencia está, sólo falta que la justicia haga su parte. Sólo después de que eso suceda, Carlos Menem hijo podrá descansar realmente en paz.
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Notas:
(1) Lourdes Di Natale, fallecida ex secretaria de Emir Yoma, declaró en su momento que en la oficina de su jefe se guardaba el portafolios que había pertenecido a Carlitos. En el mismo sentido, ni bien se produjo la caída del helicóptero, Emir Yoma le había pedido a Lucho Pineda que entrara cuanto antes al departamento de Carlitos y retirara el contenido de la caja fuerte que estaba al lado de la cama: “Sacá todo y avisame sin que se entere Zulema”, ordenó desde San Nicolás.
(2) Es extraño que a pesar de las constantes contradicciones que se desprenden por parte de quienes debían acompañar a Carlitos, el recorrido de los autos que iban por tierra no haya sido investigado por los jueces en la causa. Ni siquiera frente a lo poco creíble de algunas afirmaciones que se han hecho en la causa. Por ejemplo, según el oficial Noriega, en el mismo momento que caía la aeronave, recibió por la “motorola” del Renault 18 un llamado del Oficial Ferrari (asignado a la custodia de Zulema Yoma) haciéndole conocer el trágico suceso, mientras que el Oficial Bauer aseguró que Ferrari les avisó que había habido un accidente cuando ya estaban en Olivos y que, previamente habían escuchado por la “motorola” un aviso de la caída del helicóptero en Ramallo, cuando estaban estacionados frente a un banco, pero no lo habían relacionado.
(3) A más de diez años de ocurrido este atentado, todavía no se pudo establecer con precisión qué hicieron ese día los integrantes de la custodia. No se ha podido establecer la cantidad de personas que viajaban en cada automóvil ni quienes eran. Tampoco se sabe cuáles ni cuántos teléfonos celulares o equipos de comunicación poseían. Menos todavía la cantidad de llamados hubo ni a qué personas fueron realizados desde los mismos, ni desde que zona se hicieron. Algo que hubiera sido sumamente sencillo de haberse utilizado el sistema Excalibur, que tan buen resultado dio en el marco del caso del asesinato de José Luis Cabezas.
(4) "Necesitamos que la pericia de la Gendarmería no sea incluida en la causa”, le dijo un escueto Carlos Corach al Juez Villafuerte Ruzo ni bien supo que las conclusiones eran terminantes y apuntaban directamente a abonar el terreno del atentado. Y es que los doce expertos intervinientes en su confección —de los cuales tres eran especialistas en helicópteros y cuatro en balística y explosivos— aseguraron de manera rotunda que existían "perforaciones, deformaciones e irregularidades atribuibles a impactos de proyectiles de armas de fuego" en cinco lugares diferentes del helicóptero Bell Jet Ranger III, matrícula LV-WFZ serie número 4263 en el que viajaban Carlitos y su amigo Silvio Oltra.
(5) La recepción de esa carta —un mes antes de la muerte de Carlitos— fue admitida por el propio ministro del Interior de esos días, Carlos Corach.