La violencia que se vive dentro de los penales no sólo afecta a los internos, repercute directamente en los agentes penitenciarios.
El peor trabajo adentro de la cárcel
La vida dentro de los muros de las penitenciarías no es fácil. La violencia que se vive dentro de de las cárceles afecta no sólo a los internos, sino también a los oficiales del Servicio Penitenciario, que viven día a día situaciones muy complejas.
Eduardo Orellana, Director del Servicio Penitenciario provincial, indicó que las situaciones de violencia que viven los agentes penitenciarios dependen mucho de las funciones que cumplen dentro del penal, siendo la seguridad intramuros y los grupos de requisa los que más expuestos están.
Por cuestiones de seguridad, todos los agentes que se encuentran dentro de la cárcel no pueden portar armas, por lo que en casos de riñas entre internos, si bien según el protocolo los agentes deben dar aviso al Grupo Especial de Operaciones Penitenciarias (GEOP) para su intervención, muchos de ellos intentan un diálogo con reclusos.
Uno de los puntos sensibles es la relación entre los agentes y los internos que, según Orellana, depende de la situación particular de cada caso y si bien algunos presos son más tranquilos que otros y mantienen un buen vínculo con los "celadores", la relación siempre es "tensa".
Carlos trabajó durante 7 años como oficial del Servicio Penitenciario y afirma que es inevitable adquirir la "cultura tumbera" porque uno debe saber comunicarse con los internos, debe comprender sus códigos y dialectos.
El mayor problema es que los agentes conviven con los presos las 24 horas del día, deben trasladarlos a distintos lugares, como talleres o sanidad y eso provoca que estén en un estado de alerta constante.
Ese estado no pueden sacárselo cuando llegan a sus casas, y los problemas familiares de los agentes penitenciarios son constantes. "no conozco a ningún agente que no esté separado, todos hemos pasado por varios matrimonios".
La falta de contacto familiar, sumado a la violencia del ambiente en el que trabajan, los convierte en personas frías y temerarias, y agrega: "muchos de los agentes tienen problemas psicológicos y necesitan usar medicación, ver como matan a una persona delante tuyo no es normal, nadie te prepara para eso".
A los problemas de violencia dentro de su ambiente de trabajo se suman los horarios de las guardias, que son de 24 horas de trabajo por 48 horas de descanso. Esto hace que no puedan planificar los horarios del resto de su vida, debido a que los días laborales son casi aleatorios.
Cristian trabaja actualmente en la seguridad interna del Penal Almafuerte. Lleva 10 años como agente y su relato estremece: "es normal que los presos que tienen HIV se corten y nos salpiquen con sangre, o que nos tiren orina o materia fecal".
Recuerda una riña entre internos. Uno de ellos atacó a otro preso con una "faca", lo apuñaló en el corazón. Cristian intentó ayudarlo pero no pudo detener la hemorragia, falleció en el hospital. Mientras observaba su uniforme lleno de sangre vio la hoja clínica del interno fallecido, tenía HIV. "Me hice muchos estudios de sangre, tenía miedo de haberme infectado y contagiar a mi esposa o hijos, fueron los dos meses más largos de mi vida".
Él también ha visto cosas que preferiría olvidar. "Una vez vi como apuñalaban a un interno delante mío, veía como saltaba sangre para todos lados y finalmente murió, a mi nadie me preguntó cómo me sentía por eso".
Si hay una toma de rehenes el riesgo para los agentes internos es muy grande. Cristian asegura tener un seguro de vida para no dejar a su familia desprotegida en caso de ocurrir una situación así: "Si estoy adentro al momento de producirse una toma de rehenes sé que es muy probable que termine muerto, yo entro a la cárcel y no sé si salgo".