Quién era Brochero y por qué merece ser santo
El Papa Francisco canonizó a un compatriota suyo y a un pastor -como le gusta decir- "con olor a oveja", el primer Santo cordobés. Esta obra maravillosa fruto de la misericordia del Señor acontece precisamente en el Año de la Misericordia que estamos transitando.
Brochero vivió en una familia normal, luchadora, junto a nueve hermanos. La suya era una familia verdaderamente cristiana, trabajadora. En ella se vivía el respeto y el cariño mutuo. Allí se supo amado. En ese clima Brochero recibió el bautismo y desarrollo su vida cristiana. En el rostro de su padre trabajador, aprendió a reconocer la imagen del Padre Misericordioso.
Desde joven fue un ejemplo de constancia y esfuerzo. Junto a sus estudios colaboraba en los Ejercicios Ignacianos. Era como una especie de catequista de adultos. De ahí seguramente fue adentrándose en las bondades de los ejercicios espirituales. También en ese tiempo mostró rasgos de heroicidad cuando una fuerte epidemia de cólera azotó a la ciudad de Córdoba y lo tuvo a José Gabriel como a un gran servidor, aun arriesgando su vida.
Muchos consideran que el milagro más importante de Brochero fue el ser instrumento de la conversión de todos los que alcanzaron el perdón y resucitaron a la vida de los hijos de Dios, a los que contagió la alegría de vivir y servir. Fue indudablemente un promotor de la misericordia y de la solidaridad entre su gente. Hizo lo que debía y trató de enseñar a hacer lo que se debe, con toda la fuerza de su convicción. No por imposición sino por un amor que enciende los corazones.
El cura tenía este plan: vivir hasta el final dedicado a la obra evangelizadora, a su obra sacerdotal. Desde allí encaró la realización de todas sus empresas, de los templos, de la casa de ejercicios, de los caminos vecinales, de los acueductos y de tantas obras más, por amor a su pueblo, a su ministerio y muy especialmente a Dios.
Sus últimos días transcurrieron en la extrema pobreza y enfermedad, y allí también en lo que parecía una calamidad Brochero vio una oportunidad. En esas dolorosas circunstancias el Cura le escribe a su compañero de seminario: "Dios me da la oportunidad de prepararme para mi fin, y me da la oportunidad de rezar por todos los hombres, los pasados, los presentes, y los que han de venir".
Si nos preguntáramos cuál puede ser el mensaje que Brochero y su obra nos dejan a los argentinos del siglo XXI, me parece que deberíamos responder diciendo que este bendito cura nos recuerda que buscado a Jesús, que encontrando a Jesús, se puede vivir de una manera nueva, distinta. Que buscándolo y encontrándolo se puede escribir una historia diferente. Es lo que aconteció en Traslasierra, en Córdoba, partir de la predicación y la obra apostólica de este sacerdote.
Decimos buscar, encontrar a Jesús, aunque en realidad es Jesús mismo quien nos busca y quien quiere encontrarse con cada uno de nosotros. El señor nos dice con gran sencillez y calidez: "Estoy a la puerta y llamo, si alguno me abre entraré y cenaremos juntos" (cf. Apoc 3, 20). La iniciativa es de Él. A nosotros nos toca responder, abrir.
Acogiendo a Jesús, tomando en serio su palabra, su evangelio, en pleno siglo XXI, podemos construir una Patria más justa, más solidaria, más fraterna.
Una Patria "nueva", verdaderamente reconciliada. Una patria en la que seamos capaces de caminar juntos, de trabajar juntos. Una Patria que nos demanda la honestidad, el amor a la verdad, la sana preocupación por la observancia de las leyes y de las normas en la convivencia cotidiana, que nos invita al amor al trabajo, más aún, a una verdadera "cultura" del trabajo y a una sincera disposición para el esfuerzo generoso y sostenido.
El ahora santo Brochero nos anima a soñar a lo grande. Este gran sacerdote y pastor es un ejemplo de magnanimidad, de grandeza de alma. Él se animó a cosas grandes y la gracia divina que lo inspiró, lo acompañó constantemente e hizo fecunda su obra. Es el legado que nos deja. Nos toca a nosotros continuarlo y profundizarlo.
(*) Arzobispo de Córdoba.