Es la zona que abarca los barrios humildes de Godoy Cruz, Luján de Cuyo y Maipú. Donde el delito es moneda corriente.
La radiografía de la temible “triple frontera” mendocina
La “triple frontera” mendocina es mala noticia al menos una vez al mes. Allí donde colindan los barrios humildes de Godoy Cruz, Luján de Cuyo y Maipú, hay un tiroteo con heridos o muertos, ya sea en enfrentamientos directos o por balas perdidas, más seguido de lo que se puede leer en los diarios.
El último caso difundido fue el 22 de junio, cuando un chico de 18 años recibió un tiro en la sien mientras iba en moto por el barrio Los Alerces de Luján. Llegó sin vida al hospital. La policía detuvo entonces a dos menores y un mayor y secuestró un arma que aún es peritada.
Lo que pasa en la triple frontera es que se rompieron los códigos. Lo dicen los vecinos, los docentes que trabajan en la zona y los policías. “No es verdad que haya una bandita que está queriendo tomar el control de la zona para el narcotráfico”, aseguró el comisario general Fernando Rosa de la dirección de lucha contra el narcotráfico, “acá ni ellos saben cómo se llaman, esas banditas son invento de algunos periodistas a los que les encanta ponerle nombre a todo”, ironizó en relación a un artículo del diario El Sol que hacía referencia una banda de menores de edad llamada Los Chachis.
“¡Ningún Chachis!, acá son los Pérez, los Moyano, Los Fernández, son enfrentamientos entre familias de los barrios, que es característico de esas zonas, donde se agarran entre ellos por distintas causas”, explicó el comisario.
Aceptó que, si bien hay algunos hechos de venta de droga, son al menudeo, pero no por eso hay enfrentamientos por el control territorial. “Lo que pasa acá es como lo que pasa en cualquier otro lado pero de pronto sale un artículo periodístico y pone el foco en la zona, tal vez suceda que hay una seguidilla de hechos pero puede darse circunstancialmente”, aclaró el policía en relación a que al ser enfrentamientos entre familias es normal que ocurra que, cuando matan a uno, el resto toma represalia contra otro y así sucesivamente. “Esto va rotando, hoy es tal barrio y la semana que viene el otro”, subrayó.
Los vecinos también conocen esta realidad: “Acá no es que creció el delito, es que se rompieron los códigos, antes vos sabías que con la gente del barrio no se metían, y ahora no es que se van a meter con vos, pero por ahí uno le mira el culo a la hija del otro y ya sabés que en cualquier momento se agarran a tiros y vos te moriste por quedar en medio de eso. Y lo que cambió es que ahora empiezan a los tiros donde sea y a la hora que sea. Acá vas caminando por la calle y escuchás una puteada y te tenés que tirar al piso porque no sabés en qué momento empiezan los tiros”, graficó José, vecino de la intersección de Terrada y Juan B. Justo, donde el 12 de junio pasado hubo un tiroteo que terminó con varios heridos, entre ellos, policías que al llegar a la zona fueron recibidos a piedrazos y disparos.
Otro vecino de la zona sur del Barrio La Gloria señaló que “esto se puso jodido cuando Jaque hizo el mapa del delito y marcó como zonas rojas a ciertos barrios. Acá hubo mucha gente que perdió el trabajo, de pronto la policía venía y te detenía nada más que porque vivías por acá, eso generó mucho rencor con la policía que te lleva por portación de cara. Por eso cuando llegan los móviles la gente los apedrea”, resumió.
Agregó que, si bien en esos barrios todos saben quiénes son los “soldaditos” que venden droga al menudeo, nadie habla porque las represalias ya son conocidas.
“A esto se suma que, justamente por mantener el trabajo, o porque lograron conseguir uno dando otra dirección, muchos vecinos decidieron mudarse, prefieren pagar un alquiler de un departamento más chico en otra zona que seguir viviendo acá. El tema es que las casas perdieron por completo su valor, hoy conseguís una casa de tres habitaciones por 20 mil pesos, pero la gente nueva es gente de trabajo que ha logrado ahorrar esa platita pero que no siente pertenencia con el barrio”, aclaró el vecino “M”, que no quiso dar nombre por miedo, también, a perder su trabajo.
“Yo siento mucha bronca cuando leo las notas en los diarios y ves los comentarios de los lectores que dicen que acá hay que poner una bomba o que nos maten a todos. Esa discriminación produce mucha presión y después un pibe te mata por un celular. Esta bronca se agrava cuando los bomberos o las ambulancias no quieren entrar al barrio, hace unos años a un vecino mío se le murió la hija de un espasmo respiratorio porque la ambulancia no quiso venir a buscarla. La llevamos en auto pero llegamos tarde al hospital”, relató.
“Nosotros también estamos hartos, hacemos reuniones con la policía para ver qué se puede hacer pero queda todo en la nada. Probamos la alarma comunitaria y no sirvió, ahora estamos viendo si nos ayudan a poner rejas en los pasillos, porque en el barrio hay mucho pasillo y eso favorece la delincuencia. Las reuniones entre vecinos ayudan mucho, pero no se alcanza a solucionar demasiado”, dijo Carlos, docente y vecino de La Gloria.
Hay soluciones, pero nadie las analiza
“El problema es que se les acabaron las ideas”, afirmó Martín Appiolaza, asesor e investigador de seguridad ciudadana. “Los gobiernos tienen una visión del delito que se agotó probando distintas políticas que no funcionaron, pero nadie se sienta a leer e investigar nuevas formas de abordaje. Algo que además se hace imposible cuando en la provincia no tenemos información pública transparente, ni estadísticas oficiales ni análisis del delito. En Rosario, por ejemplo, se hizo un estudio pormenorizado y se concluyó que los delitos agresivos crecieron de la mano de jóvenes de barrios populares y que, en su mayoría, cometen los delitos a 10 o 15 cuadras de su domicilio. En otros países con problemas similares lo que ha funcionado es invertir en infraestructura dentro del barrio, las uniones vecinales con participación democrática, donde los mismos vecinos proponen en qué invertir, han demostrado que ayuda a mejorar la solidaridad y regula los conflictos produciendo soluciones”.
La pérdida de la identidad barrial derivada de la estigmatización, la pérdida de la pertenencia, son factores que llevan a “romper los códigos”. La Triple Frontera es una clara muestra de cómo cuando crece el delito en una zona marginada no se juegan los mismos intereses que cuando se registran hechos violentos en zonas “chetas”. Si bien los muertos y heridos de allí salen en los diarios, no se hacen presentes ni el gobernador ni el ministro de Seguridad ni se hacen marchas multitudinarias. La verdad es que, así como justifica la policía, argumentando que “se matan entre ellos” los “otros” de la sociedad, los que no son “ellos”, tampoco se sienten demasiado preocupados y muchos, incluso, hasta sienten alivio.
Lo que pasa en la Triple Frontera es un problema “de allá”, y mientras quede allá, acá vamos a estar seguros y tranquilos. José lo describió perfectamente: “No me sorprendería que empiecen a levantar muros, como ya han hecho algunos barrios sobre Terrada, pero los muros tienen un único resultado: odio, y es sí que no tiene límites”.