Representa a 20 mil aceiteros y reclama un aumento del 42,5 %. Un paro por tiempo indeterminado y la lucha de clases en el corazón del modelo sojero.
Quién es y qué quiere el sindicalista que ya perforó el techo del Gobierno
No es el inoxidable Armando Cavalieri, que compara a Axel Kicillof con Domingo Cavallo y lo llama “Cavilliof”. No es Antonio Caló, el devaluado líder de la UOM que es capaz de levantar una huelga de 36 horas por un llamado de la Casa Rosada. Tampoco es Hugo Moyano, que mide sus pasos y busca superar el año electoral sin arriesgar más de la cuenta.
A los 47 años, Daniel Yofra tiene entre dos y tres décadas menos pero bastante más poder que varios dirigentes que se resisten a tramitar la jubilación.
El secretario general de la Federación de Trabajadores del Complejo Industrial Oleaginoso de la República Argentina nació en Rosario y se entrenó en forma vertiginosa en el gremio aceitero. En diciembre de 1993, cuando tenía 25 años, lo eligieron como delegado en la planta de Louis Dreyfus en General Lagos, en 1996 pasó a formar parte de la Comisión directiva del Sindicato de Aceiteros de Rosario. En 2009 se sumó a la conducción de la Federación que conduce desde 2013.
Hoy, está al frente de un sindicato que paraliza el comercio de granos y le hace perder millones de pesos en cuestión de horas a las empresas multinacionales que operan en el sector. También puede complicar la vital liquidación de divisas que las cerealeras le adelantan al gobierno nacional. Alineado con la central que conduce Hugo Moyano y cercano también a la CTA de Pablo Micheli, Yofra encarna un desafío difícil de conjurar para el Poder Ejecutivo.
Yofra lidera una organización de 20 mil trabajadores que reclama un aumento del 42,5 %
En un momento en que los funcionarios de Cristina Kirchner coinciden con el titular de la UIA, Héctor Méndez, en la necesidad de fijar un techo salarial en torno al 25 %, Yofra lidera una organización de 20 mil trabajadores que reclama un aumento del 42,5 % lo que equivale a llevar a 14.931 pesos el sueldo de un peón sin calificación que ingresa a una planta.
“Con este conflicto, las empresas pierden mucho más que con un aumento. Pero acá no hay una cuestión monetaria: acá hay una lucha de clases de la que nadie quiere hablar. ¿Por qué una empresa que en 2014 facturó 26 mil millones de pesos como Cargill, o 20 mil millones como Dreyfus no quiere dar un aumento?”, dice.
El lunes arrancó una huelga nacional por tiempo indeterminado que paraliza la molienda en más de 40 plantas de aceite y biocombustile en todo el país y deja varados a más de 20 barcos que están esperando cargar con destino al exterior. A ojos del empresariado y del propio gobierno, la Federación Aceitera ya dio un mal ejemplo en 2014, cuando consiguió el incremento más alto de la ronda de paritarias: 38 %, entre 8 y 10 puntos por encima de lo que habían obtenido Caló, Cavalieri e incluso el ultracristinista –antes ultramenemista- Gerardo Martínez.
Yofra estuvo reunido ayer con en Buenos Aires con el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, y con los representantes de los pulpos oleaginosos que controlan el comercio exterior. La reunión fue breve: el sindicato pidió 42, 5 %, las empresas ofrecieron un 24 % y -aunque el ministro de los tres gobiernos kirchneristas expresó su preocupación ante la medida de fuerza- el paro sigue.
En dialogo con el Post, el sindicalista que el año pasado ya perforó el techo del gobierno -y promete volver a hacerlo- advirtió que sus representados están dispuestos a llevar el conflicto hasta el final para conjurar la inflación y mantener un salario digno.
-¿El paro por tiempo indeterminado es, al mismo tiempo, un desafío a las cerealeras y al gobierno?
-El reclamo es a las empresas. Ante la ausencia de mediciones estatales, y la omisión del Consejo del Salario de efectuar ese cálculo, los trabajadores nos vemos obligados a buscarlo por otros medios. Estamos pidiendo un salario que se adecua a la ley vigente de Contrato de Trabajo que en el artículo 116 dice alimentación adecuada, vivienda digna, alimentación, transporte y es a partir de la Encuesta Nacional de Hogares del propio Indec en 2012/2013. Los salarios no los fija el mercado ni las empresas, sino las necesidades de los trabajadores.
"No hay razones para aceptar un techo".
-El gobierno también quiere fijar el techo para los aumentos en 25 %...
-A nosotros no nos pusieron ningún tope. No hay razones para aceptar un techo. El supuesto argumento es que la inflación no va a superar el 24 o el 30 %. Pero eso, en la medida en que vos tengas un sueldo digno. Si tenés un sueldo miserable, le aplicás la inflación y seguís teniendo un sueldo miserable.
-¿Qué actitud tuvieron las multinacionales cuando ustedes empezaron a reclamar?
-El empresario está siempre a la defensiva. Acá hay una lucha de clases que nadie quiere hablar, estamos en el corazón del polo oleaginoso. Acá no hay una cuestión monetaria. Porque una empresa que en 2014 facturó como Cargill 26 mil millones de pesos, como Dreyfus que facturó 20 mil no quiere dar un aumento. Es más, con este conflicto, las empresas pierden mucho más de lo que perderían con el aumento: no hay una cuestión económica, es una cuestión clasista. Consideran que no hay que pagar más de lo que nos pagan y esa es la disputa. Es el mal ejemplo que se puede dar si nosotros llegamos a conseguir el salario mínimo, vital y móvil que va más allá del 42 %.
-¿Cómo es el trabajador que representas? ¿Cómo lo definirías?
-Un trabajador común, operario de fábrica, una persona que es bien clasista, que tiene la conciencia superior a la media de los trabajadores nacionales y que todo lo que tiene es porque lo ha conseguido peleándolo. Nadie le regaló nada. En los noventa estábamos trabajando en las mismas empresas con la misma rentabilidad y ganábamos nada.
-¿Cuándo se dio el salto?
-A partir de 2004, cuando empezamos a negociar paritarias y conocimos a Horacio Zamboni , un abogado laboralista que fue nuestro asesor legal, gremial y político, que falleció en 2012. Fue una bisagra para nosotros empezar a luchar por un salario que realmente represente la dignidad de los trabajadores. La concientización viene con los resultados, no solo salariales sino también con el sistema de contratistas. En el 2006, éramos 330 afiliados y había 1.000 trabajadores y hoy somos 1.300 afiliados en Rosario.
"Son personas que si se tienen que bancar un conflicto un mes, dos meses, lo hacen".
-¿Por qué dicen que tienen una conciencia más alta?
-Porque han peleado, durante estos 10 años, a la par de los dirigentes en asambleas, en charlas, en conflictos. Son personas que si se tienen que bancar un conflicto un mes, dos meses, lo hacen. Y más también. Si me apuras, te diría que están preparados para mucho más.
-¿Cómo ves la actuación del ministro Axel Kicillof?
-Kicillof es muy inteligente, que tiene mucho futuro. No lo voy a criticar por ser opositor. Cuando están ahí, o sos un hijo de puta o no. El tema es qué política llevan adelante, si liberal o progresista.
"Está como los pibes malabaristas en el semáforo, Kicillof".
-Hoy parece ser la cara del techo al salario.
-Está como los pibes malabaristas en el semáforo, Kicillof. Es el puchinball, todos le pegan. Fijáte que cada vez que hay problemas el resorte son los trabajadores. quieren reducir salarios o quieren despedir trabajadores o quieren tener liberado el sistema de contratistas. El punto en común que tenemos todos los sindicalistas es el salario en este momento y no nos ponemos de acuerdo. Porque uno se pone en la fila del macrismo, otro en la fila del kirchnerismo, otro en la del massismo y dejan de lado la necesidad de los trabajadores.
-¿El sindicalismo es una amenaza o un problema para toda la clase política?
Cuando estaba unificado, lo fue. Lo que mueve el país son los trabajadores. Las empresas se llevan hasta la sangre nuestra. Cuando ves un barco pasar por el Río Paraná y que se va para el Río de la Plata, no se lleva solamente el cereal, se lleva la vida nuestra también. Y hay muchos compañeros que se mueren trabajando en esas empresas. Hoy el sindicalismo no representa una amenaza porque el sindicalismo se alinea atrás de los partidos. Estamos faltos de una dirigencia que represente a todos.
¿Hasta cuándo sigue el conflicto?
Hay que ver qué necesidad tienen las empresas de liquidar divisas y los compromisos que tengan con los barcos en el exterior. Nosotros no extorsionamos a las empresas ni al gobierno. Pero acá siempre se habla de cuánto quiere ganar un trabajador y nunca se habla de cuánto gana una empresa. Nosotros proponemos es que pongamos todos los números sobre la mesa a ver si la empresa puede pagar el sueldo que reclamamos. Seguramente va a significar que los empresarios ganen menos, bueno, esa es la historia.
El gobierno y las empresas dan a entender que el aumento de salarios es lo que genera inflación.
Claro, eso significa que deberíamos tener una vida miserable. ¿Cómo? ¿La plata en el bolsillo de un empresario no genera inflación y en el bolsillo nuestro sí? Son pensamientos, ideología, obviamente. Nosotros no coincidimos y reclamamos lo que es nuestro.